jueves, noviembre 04, 2010

TDAH Adultos y Gestión Emocional II


¿Qué es pensar?
Hay muchas y muy variadas respuestas lógicas, filosóficas y científicas, si bien todos sabemos íntimamente lo que es pensar.
Una forma útil de pensar sobre el pensamiento es que estamos empleando nuestra capacidad de crear representaciones mentales, manipulándolas en la memoria de trabajo.

Cuando pensamos en lo que vemos, oímos y sentimos, re creamos estas vistas, sonidos y sentimientos internamente. Reexperimentamos información en la forma sensorial en que la percibimos la primera vez.
Unas veces somos conscientes de hacer lo, la mayoría no.
¿Qué son los pensamientos? Ver, oír, oler y sentir, sin estar actualmente presente el objeto que suscitó en origen la percepción.
El paso inexorable del tiempo no es, pues, obstáculo para que un objeto, aunque haya desaparecido, siga siendo el contenido del pensamiento.
Lo que hace posible el pensar es que las imágenes mentales duran, subsisten, aun cuando hayan abandonado el escenario los objetos que las suscitaron.
Lo que hace posible el pensar son  pues las imágenes mentales.
Esta facultad supone el registro, conservación y perduración de lo perceptible.
También a la mente solemos atribuirle la capacidad de combinar los contenidos particulares almacenados en la memoria.
Podría decirse que la memoria es la imaginación que se vuelve hacia el pasado, y la imaginación, la memoria que se asoma al futuro.
La imaginación o memoria admite dos formas principales: la objetiva y la afectiva. Por un lado, cuando evocamos estados anímicos, por ejemplo un estado de angustia que experimentamos una semana atrás y que nos alteró hasta hacernos salir huyendo despavoridos, la evocación de ese estado de angustia, significa que vuelven a hacerse presentes los aspectos objetivos a los que tal estado se encontraba adherido (la huida del lugar, la expresión de quienes nos observaban, la nuestra al mirarnos al espejo, la agitación que experimentábamos en todo el cuerpo, sobre todo en el pecho, etc.).La memoria hace referencia a los objetos del mundo, no a los estados afectivos, pero, por otro lado, éstos pueden aflorar al evocar aquéllos, pues están adheridos.
Cuántas veces el cuerdo de una fisonomía, situación o escena nos ha hecho volver a sufrir los sentimientos que experimentamos en otro tiempo ante esa fisonomía, en esa situación o en ese escenario.
Cuántas veces al volver a presentarse los sones de una vieja canción que escuchamos casualmente o que empezamos a canturrear, afloran los sentimientos que tuvimos la primera vez que la escuchamos o cantamos.
¿El hecho de ponerme a recordar un dolor, por ejemplo el dolor de muelas que tuve ayer, implica volver a sufrirlo?
Está claro que no.
Pero a veces ocurre que la viva evocación de las circunstancias concomitantes de un dolor lo hacen aflorar, generalmente en forma de pesar, desazón o un estado nostálgico análogo. Es un dolor íntimamente vinculado a las adherencias afectivas de los objetos visualizados e imaginados.
En el revivir de los estados anímicos hay notables diferencias, pues a menudo los estímulos auditivos tienen una relación más directa con los estados afectivos que los visuales, y que en los olfativos, gustativos y táctiles hay una conexión con estados de ánimo especialmente profundos que en vano se buscarán en los de tipo visivo, que son los más intelectuales.

La comunicación comienza con nuestros pensamientos, luego usamos las palabras, tono y el lenguaje corporal para transmitirlos a la otra persona.

¿Puede recordar dónde pasó las últimas vacaciones?
Ahora, ¿cómo se acuerda de algo?
Puede que imágenes del lugar vengan a su mente; puede que diga un nombre o escuche sonidos. O puede que recuerde lo que sintió. Pensar es una actividad tan obvia y común que nunca nos paramos a pensar en ella. Tendemos a pensar en lo que estamos pensando, no en cómo lo estamos pensando.
También damos por supuesto que los demás piensan de la misma manera que nosotros.
Así que una de las maneras en que pensamos es recordando de manera consciente o inconsciente las imágenes, sonidos, sentimientos, sabores y olores que hemos experimentado. A través del diálogo, tanto interno como con los otros, podemos crear variaciones de experiencias sensoriales sin haberlas experimentado de forma real.
Lea el párrafo siguiente de la manera más lenta y relajada posible.
Tómese un momento para pensar en estar paseando por un bosque de pinos.
Los árboles le sobrepasan en altura a su al rededor; ve los colores del bosque por todas partes, y el sol provecta sombras de las copas y dibuja mosaicos en el suelo.
Camina por una mancha de luz que se abre por entre el cálido techo de hojas que le cubre.
A medida que va caminando, se va dando cuenta de la tranquilidad, rota sólo por los pájaros piando y el crujiente sonido de sus pasos al pisar la pinaza del suelo.
De vez en cuando se oye un crujido seco y agudo al pisar una rama seca.
Se acerca a un árbol y toca el tronco, sintiendo la aspereza de la corteza bajo su mano.
Poco a poco se va dando cuenta de una suave brisa que le acaricia el rostro y, con ella, siente el olor aromático del pino mezclado con el olor de la tierra.
Siguiendo su marcha, recuerda que la cena estará lista pronto y que tendrá uno de sus platos favoritos.
Casi puede sentir la comida en su boca...
Para que este último párrafo tuviera sentido, usted ha te nido que pasar por estas experiencias en su mente, utilizan sus sentidos interiormente para representar la experiencia conjurada por las palabras.
Probablemente ha creado la escena con fuerza suficiente para imaginarse el sabor de la comida en una situación absolutamente imaginaria.
Si usted ha caminado alguna vez por un bosque de pinos, puede que haya recordado experiencias específicas de aquella ocasión.
Si no. puede que se haya construido la experiencia a partir de experiencia similares, o empleando material de la televisión, cine, libros u otros recursos. Su experiencia era un mosaico de recuerdos e imaginación.
La mayor parte de nuestros pensamientos es, típicamente, una mezcla de estas impresiones sensoriales recordadas y construidas.
Empleamos los mismos caminos neurológicos para representar la experiencia en nuestro interior que para experimentar la directamente.
Las mismas neuronas generan cargas electro químicas que pueden medirse con lectores electromiográficos.
El pensamiento tiene efectos físicos directos, la mente y el cuerpo son un sistema. Piense por un momento en que está comiéndose su fruta favorita. La fruta puede ser imaginaria, la salivación no.
Utilizamos nuestros sentidos externamente para percibir el mundo, e interiormente para «re-presentarnos» la experiencia a nosotros mismos.
El sistema visual, es usado externamente  cuando miramos el mundo exterior, o internamente  cuando estamos visualizando con la mente.
De la misma forma, el sistema auditivo, puede dividirse en escuchar sonidos externos  o internos.
El sentido del tacto externo incluye las sensaciones táctiles como el tacto, la temperatura y la humedad.
El sentido del tacto interno  incluye sensaciones recordadas, emociones, y los sentidos internos del equilibrio y conciencia del propio cuerpo; se conoce como el sentido propioceptivo que nos informa en todo momento de nuestros movimientos. Sin ellos no podríamos controlar nuestros cuerpos en el espacio,
Hay dos funciones principales de las representaciones internas. La primera tiene un carácter biográfico. Gracias a las experiencias que atesora en su seno, la memoria hace posible la formación del individuo como ser personal, social, profesional, cultural, etc.
La segunda es de índole cognitiva. Esta memoria es la función ejecutiva que permite, por medio de la comparación entre las cosas, que ella hace posible, descubrir las semejanzas y diferencias entre las cosas, si una cosa es mayor, menor o igual que otra, así como, también, el orden en que aparecen, si es presumible que haya entre ellas un nexo, ya espacial, ya temporal, ya de otro tipo. Y permite descubrir, junto a la multiplicidad, la sucesión de los números, que una cosa es la primera, que otra es la segunda, etcétera.


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