Neurodiversidad en la sala de clases de baile
1. Diferentes cerebros, diferentes aprendizajes
Así como en una organización no todos aprenden ni piensan igual, en una clase de baile los estudiantes presentan estilos neurocognitivos distintos, que influyen en cómo aprenden, memorizan y ejecutan los movimientos.
Algunos necesitan detalle, instrucciones paso a paso, mientras que otros aprenden mejor mediante aplicación práctica con mínima explicación.
Algunas personas prosperan con correcciones constantes, mientras que otras avanzan mejor si se les deja experimentar y equivocarse, integrando el aprendizaje a su propio ritmo.
Las diferencias incluyen memoria, atención, creatividad, habilidades espaciales y respuesta a la ansiedad, lo que impacta directamente en la forma de abordar cada secuencia de baile.
2. Inclusión y retención: evitar la deserción
Cuando un profesor no considera estas diferencias, se generan barreras invisibles:
Algunos estudiantes se sienten atrasados o incompetentes, aunque tengan talentos distintos.
Otros abandonan porque creen que no pueden alcanzar el ritmo de la mayoría o no entienden cómo se aplica la información.
La falta de adaptación puede hacer que la sala sea menos diversa y, paradójicamente, menos rica en aprendizaje grupal, porque las personas con estilos distintos terminan apartadas.
Fomentar la neurodiversidad permite salas inclusivas y seguras, donde cada estudiante aprende de manera óptima y se siente parte del grupo. Esto también mejora la cohesión social y la inteligencia coral del grupo, haciendo que la práctica sea más rica para todos.
3. Estrategias para el docente
Evaluar estilos neurocognitivos: Observar quién necesita instrucciones precisas, quién aprende mejor por práctica y quién requiere espacio para improvisar.
Adaptar la enseñanza: Ofrecer múltiples vías de aprendizaje: demostración visual, práctica guiada, explicación verbal o feedback individualizado.
Gestionar la ansiedad y la autoestima: Crear un entorno donde el error sea visto como información y oportunidad, no como fracaso.
Fomentar el aprendizaje simbiótico: Integrar estudiantes con distintas fortalezas para que se complementen y se enseñen entre ellos.
Reducir la presión grupal: Evitar que los estudiantes se comparen directamente; enfocarse en progreso personal y conexión con el ritmo del grupo.
Una sala de baile que reconoce la neurodiversidad no solo es más inclusiva, sino que potencia la creatividad, la memoria, la coordinación y la resiliencia de todos sus miembros. Esto convierte cada clase en un laboratorio de entrenamiento integral, donde se desarrolla mente, cuerpo y habilidades sociales simultáneamente, respetando la singularidad de cada estudiante.