Los guiones invisibles: cuando los colores conversan entre sí
En esta adaptación del modelo DISC, conservamos el valor intuitivo de los colores —esas cuatro energías conductuales que nos orientan—, pero dejamos atrás la idea de que una persona es un color. En realidad, cada individuo es un conjunto de personajes, cada uno con su propio repertorio de gestos, impulsos, miedos y formas de conexión.
Cuando una persona con un color dominante interactúa con otra, no dialogan dos “yoes” completos, sino que se activan fragmentos: versiones parciales, configuradas por la historia, la fisiología, el contexto y la energía disponible en ese momento. Estos fragmentos se reconocen mutuamente y se invocan como viejos compañeros de escena, llamándose por su tono, su ritmo y su guion.
Así, lo que creemos que es una conversación original, en realidad sigue rieles conversacionales heredados: patrones aprendidos sobre cómo pedir, ofrecer, aceptar condiciones de satisfacción, emitir juicios o resolver conflictos. El 80 % de nuestras interacciones, si se observan con atención, no son diálogos nuevos sino coreografías preexistentes, donde cada rol cumple una función predecible dentro del drama social.
El verdadero aprendizaje no está en cambiar de color, sino en reconocer qué rol habla en cada momento y desde qué guion lo hace. Solo el observador —ese testigo interno que puede ver la danza desde arriba— puede interrumpir la repetición automática y abrir un espacio de autenticidad, donde la conversación deja de ser un eco del pasado y se convierte en un acto creativo.