Los guiones invisibles: cuando los roles conversan por nosotros
La mayoría de las conversaciones no son nuevas: son repeticiones de viejos guiones interpretados por distintos personajes de nosotros mismos.
El modelo DISC nos enseñó a reconocer patrones de conducta a través de colores: la energía directa del rojo, la expresividad del amarillo, la calma del verde o la precisión del azul. Pero ninguna persona es un solo color; somos un elenco entero de roles, cada uno con su propio tono, ritmo y vocabulario emocional.
Cuando dos personas interactúan, no dialogan dos “yoes” completos, sino que se activan fragmentos que se reconocen entre sí. Un “rojo” despierta al “rojo” del otro, un “azul” responde al “azul”, y así la conversación avanza sobre rieles conversacionales heredados, guiones que aprendimos en la infancia o el trabajo sobre cómo pedir, ofrecer, negociar, evaluar o defendernos.
Creemos estar improvisando, pero en realidad citamos líneas aprendidas, repitiendo fórmulas de interacción que nos resultan seguras.
Solo cuando entra en escena el observador interno —esa conciencia capaz de notar quién está hablando dentro de nosotros— podemos romper el guion y abrir un espacio de autenticidad. En ese instante, el diálogo deja de ser una cita del pasado y se convierte en una improvisación viva, donde los colores no se limitan: crean juntos una nueva paleta.