jueves, septiembre 11, 2025

Vivir como un espejo: Hegel, la no-dualidad y el presente con propósito

Hegel no suele estar en la lista de filósofos fáciles de leer. Su Fenomenología del Espíritu es tan enredada que muchos la abandonan a mitad de camino. Sin embargo, si se mira con otros ojos, lo que propone se parece a un yoga de la mente: un entrenamiento para atravesar contradicciones en lugar de escapar de ellas.

El filósofo alemán muestra que el presente nunca es puro. Cuando decimos “aquí” o “ahora”, ya hemos puesto una etiqueta. La experiencia inmediata siempre está filtrada por lenguaje, historia y cultura. No hay un presente desnudo: lo que vemos es siempre un caleidoscopio configurado por nuestras expectativas y objetivos.

La no-dualidad oriental dice lo contrario: que basta con permanecer en el “yo soy”, sin categorías, sin relatos. ¿Quién tiene razón? Quizás ambos. El presente nunca es puro… y al mismo tiempo es lo único que tenemos. La clave no es resolver la contradicción, sino aprender a vivir dentro de ella.

Heidegger lo formuló de otra manera: en lugar de correr hacia una síntesis, basta con mantenerse abierto a lo que aparece, escuchar sin forzar. Mientras Hegel nos entrena en la contradicción, Heidegger nos invita a la escucha. Dos caminos distintos para un mismo fin: estar presentes.

Una metáfora ayuda a comprenderlo: somos un espejo de carne. Reflejamos historia, cultura, recuerdos y proyectos, pero en lo más profundo permanecemos inmóviles, como un lago que refleja montañas y nubes sin dejar de ser agua.

Esto tiene un eco directo en la psicología contemporánea. Las terapias de tercera generación —ACT, DBT, mindfulness— coinciden en lo mismo: sufrimos más cuando nos aferramos a pensamientos rígidos, y sufrimos menos cuando aprendemos a abrirnos al flujo de la experiencia.

Y aquí entra un matiz crucial: nuestro presente depende de nuestros proyectos. Un objetivo claro y épico, cuando está realmente internalizado y alineado con los valores que más nos importan, transforma la manera en que percibimos. La confianza que surge de vivir en sintonía con ese propósito hace que el presente se revele en todos sus detalles: cada señal, cada obstáculo, cada oportunidad aparece como relevante para ese horizonte. El ahora deja de ser un espacio vacío y se convierte en un tablero lleno de piezas significativas.

Para una persona con TDAH, esto puede ser decisivo. La dispersión y la búsqueda de gratificación inmediata se suavizan cuando la vida está magnetizada por un objetivo épico. Entonces, cada instante cobra peso y dirección: el futuro deja de ser una abstracción y se vuelve una fuerza que organiza la atención en el presente.

Al final, lo que enseñan Hegel, la no-dualidad, Heidegger y la psicología moderna es lo mismo: no existe un aquí y ahora vacío. Pero sí existe la posibilidad de habitarlo como un espejo vivo, abierto a lo que aparece, y orientado por un propósito épico que da forma y sentido a cada detalle del presente.



Clica Aquí. www.atencion.org