Para cada idioma, no hay otro idioma: el TDAH como lengua propia
Decimos que hablar otro idioma es abrir una puerta hacia otro mundo. Y es cierto. Sin embargo, cometemos una trampa: la mayoría de las veces, intentamos traducir ese mundo al nuestro, como si las palabras pudieran moverse intactas de un territorio a otro.
Con el TDAH ocurre algo parecido. La experiencia de atención, memoria y emoción de una persona neurodivergente no es simplemente una versión desordenada del modelo “neurotípico”, sino un idioma en sí mismo. Cada metáfora, cada forma de organizar el tiempo, cada salto de idea, obedece a una gramática interna.
Aquí se asoma la paradoja: para cada idioma, no hay otro idioma. No porque no existan miles de lenguas, sino porque cada una se vive como total, como si abarcase el mundo entero. Quien habla una lengua habita en ella, y desde dentro no hay dos idiomas posibles: hay solo uno, el que se respira, el que organiza la realidad.
El adulto con TDAH no vive “fuera” del idioma de la normalidad, ni puede traducirse fácilmente a él. Vive en su propia lengua cognitiva: llena de imágenes veloces, asociaciones súbitas, emociones intensas. Cuando intenta traducirse al lenguaje de la productividad lineal o de la concentración sostenida, algo se pierde: como cuando intentamos meter “saudade” en “nostalgia” o “duende” en “spirit”.
La paradoja de la verdad y la paradoja del idioma se cruzan aquí. No hay dos verdades, no hay dos idiomas… y sin embargo hay muchos. No se trata de elegir cuál es real, sino de aceptar que la mente humana es un archipiélago de islas, cada una con su paisaje. El TDAH no es la deformación de un idioma correcto, sino una lengua con sus propios ritmos, silencios y metáforas.
Lo más humano quizá sea esto: caminar entre idiomas como entre verdades, sabiendo que ninguno se deja reducir al otro. La traducción siempre será incompleta, pero la incompletitud no es un fracaso: es la fuente misma de nuestra riqueza. Y reconocer al TDAH como un idioma legítimo es empezar a escuchar, no a corregir; a dialogar, no a imponer.