jueves, septiembre 11, 2025

Misticismo racional y TDA-H

El término puede sonar contradictorio: lo místico suele asociarse con lo inexplicable, lo irracional, lo inefable; mientras que lo racional pertenece al reino del argumento, de la lógica y de la claridad. Sin embargo, cuando ambos polos se enfrentan sin síntesis, se pierde algo fundamental. El misticismo sin razón deriva fácilmente en superstición, dogma o manipulación. La razón sin misticismo se empobrece, se convierte en cálculo sin alma, en sistema sin respiración.

Esta tensión, que atraviesa la historia del pensamiento, también aparece en la vida de las personas con TDA-H. Sus cerebros tienden a oscilar entre la sobrelógica y la intuición, entre la hiperfocalización y la distracción, entre el método rígido y la inspiración súbita. Muchos adultos con TDA-H saben que, cuando intentan funcionar solo desde la lógica estricta, se bloquean o se frustran; y cuando se dejan llevar únicamente por la intuición o la energía espontánea, corren el riesgo de dispersarse. La clave, como en el misticismo racional, está en el puente.

El misticismo racional aplicado al TDA-H es la capacidad de aceptar dos verdades: que la mente funciona de manera no lineal, con saltos, imágenes, asociaciones inesperadas; y que esa riqueza necesita un marco, un orden, un lenguaje que la haga comprensible y aplicable. No se trata de eliminar la chispa del misterio que acompaña a una mente neurodivergente, sino de darle cauce para que se vuelva fértil en vez de caótica.

Podemos verlo en la historia de grandes pensadores y creadores: desde las intuiciones matemáticas de Ramanujan hasta la intensidad de Simone Weil, pasando por inventores que reconocían recibir sus mejores ideas en estados liminales entre razón y trance. Todos ellos unieron una apertura mística —la confianza en la chispa— con un trabajo racional —el esfuerzo de ordenar, escribir, dar forma. Para el adulto con TDA-H, este modelo no es un lujo, sino una necesidad.

El mundo contemporáneo necesita este cruce. La ciencia, con toda su potencia, se enfrenta a límites: conciencia, origen, infinito. Y la neurodiversidad, con toda su fuerza transformadora, necesita un lenguaje crítico que evite tanto el reduccionismo clínico como la idealización romántica. Hablar de TDA-H en clave de misticismo racional significa reconocer que hay experiencias subjetivas que desbordan las categorías diagnósticas, pero no renunciar al esfuerzo de comprenderlas y encauzarlas con estrategias.

Podría decirse que el misticismo racional es, para el TDA-H, un arte de equilibrio. Reconocer que hay vivencias internas que escapan a la linealidad, pero no resignarse a vivir desorganizado. Reconocer que hay misterios en el propio funcionamiento mental que nunca serán completamente resueltos, pero que aun así pueden ser observados, pensados, convertidos en fortalezas.

La paradoja es fecunda: una razón que se atreve a ser mística no se cierra en la certeza, sino que se vuelve humilde y curiosa; un misticismo que se atreve a ser racional no se refugia en lo oscuro, sino que se vuelve comunicable y compartible. Entre ambos surge una forma de vivir el TDA-H no como déficit ni como simple don, sino como un territorio donde claridad y misterio aprenden a caminar juntos.


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