La mente que no se deja domesticar: TDAH y la resistencia a los líderes totalitarios
Subtítulo: Lo que para muchos es déficit, para otros puede ser el antídoto frente al control y la obediencia ciega.
El mundo ha conocido mil formas de totalitarismo: desde el político que empieza como esperanza y acaba como dictador, hasta el coach seductor que convierte un curso en una secta. O el colegio, donde un profesor carismático logra que toda la clase se pliegue a sus normas, excluyendo a quienes no encajan. En todos los casos, la lógica es la misma: concentración de poder, reducción de alternativas y exigencia de obediencia.
Sin embargo, algunas personas logran sustraerse. Y entre ellas, de forma paradójica, aparecen no pocos adultos con TDAH. ¿Por qué?
1. La desobediencia espontánea como vacuna
Lo que suele ser visto como impulsividad o rebeldía puede transformarse en resistencia al adoctrinamiento. La mente TDAH tiende a no soportar consignas rígidas por mucho tiempo. Donde otros ven orden y seguridad, la persona con TDAH ve monotonía asfixiante y busca aire. Esa búsqueda de novedad abre fisuras en sistemas cerrados.
2. La atención errante descubre las grietas
El TDAH se asocia con distracción. Pero esa atención dispersa tiene un efecto inesperado: no se fija del todo en el relato único del líder. Se cuela por los márgenes, ve detalles que otros pasan por alto, escucha rumores, recuerda contradicciones. En contextos polarizados, esa mirada lateral puede ser una fuente de lucidez.
3. La dificultad para sostener la culpa
Los sistemas totalitarios se sostienen en gran parte en la culpa: “si te vas, traicionas; si dudas, fallas”. Muchas personas con TDAH, acostumbradas a lidiar desde pequeñas con la sensación de haber incumplido normas, desarrollan un cierto callo emocional frente a la culpa. No porque no la sientan, sino porque la han experimentado tanto que aprenden a vivir con ella. Y eso les da más libertad para romper la pertenencia tóxica.
4. El humor como disonancia
El adulto con TDAH suele utilizar el humor como escape frente a la tensión. Esa capacidad de reírse de la solemnidad del líder o del grupo es un acto profundamente subversivo. Allí donde otros callan, una broma inoportuna abre un resquicio de realidad.
5. La incomodidad con la polarización
Mientras algunos buscan seguridad en un bando, el TDAH se siente incómodo en posiciones binarias. Prefiere el movimiento, el matiz, el cambio. Y eso lo vuelve difícil de atrapar por ideologías que exigen blanco o negro.
Una conclusión paradójica
Lo que en la vida cotidiana puede ser visto como déficit —impulsividad, dispersión, incomodidad con las normas, irreverencia—, en contextos de poder totalitario puede ser una forma de anticuerpo social. El TDAH, en su dificultad para encajar, abre la posibilidad de que no todos se rindan ante el líder.
Porque en un mundo que se polariza, la verdadera libertad puede estar en quienes nunca lograron encajar del todo en el molde.