jueves, septiembre 11, 2025

Frío que despierta: del baño helado a la mente en movimiento

Lo que parecía una moda empieza a tener respaldo científico

La imagen de personas entrando a lagos helados, bañeras con hielo o duchas frías se multiplicó en redes sociales como un ritual excéntrico, casi una moda pasajera. Sin embargo, la ciencia empieza a darle otro estatus: no se trata solo de valentía ni de disciplina espartana, sino de un estímulo con efectos medibles en la fisiología humana.

Un estudio del Laboratorio de Fisiología Humana y Ambiental de la Universidad de Ottawa exploró algo fascinante: la autofagia, ese proceso por el cual las células se reciclan, eliminan desechos internos y se mantienen más limpias y funcionales. Diez voluntarios se sumergieron durante una hora diaria en agua a 14 °C durante una semana. Los resultados sorprendieron: al principio, las células sufrieron un impacto fuerte, pero en pocos días comenzaron a mostrar menos daño oxidativo, más resiliencia y una mayor actividad autofágica.

Como si fuera poco, se registró una reducción en los marcadores de apoptosis —la muerte celular programada— que, cuando se descontrola, acelera el envejecimiento y favorece enfermedades degenerativas. En síntesis, el frío no debilitó, sino que fortaleció el organismo. Lo optimizó.


¿Y qué tiene que ver todo esto con el TDA-H en adultos?

La conexión puede parecer lejana, pero en realidad es directa. El TDA-H en adultos no solo es un desafío atencional o emocional, también es un desafío fisiológico. La hiperactividad interna, el cansancio crónico, la desregulación del sueño y la dificultad para sostener hábitos están profundamente relacionados con cómo responde el cuerpo al estrés.

La exposición breve al frío extremo actúa como un mini-estrés controlado, lo que en fisiología se llama hormesis: un estímulo que, en dosis pequeñas, entrena al organismo a resistir mejor los embates de la vida diaria. Para un adulto con TDA-H, cuyo sistema nervioso suele estar en un vaivén de sobreactivación y agotamiento, introducir prácticas de hormesis puede ser una herramienta poderosa de autorregulación.

El frío despierta la alerta, activa la respiración profunda, sacude la rumiación mental y obliga a un retorno inmediato al presente corporal. Muchos adultos con TDA-H reportan que después de una ducha fría o una inmersión breve sienten la mente más despejada, con menos ruido y con más energía disponible para iniciar tareas.


Más allá de la moda: un posible aliado terapéutico

Por supuesto, no se trata de lanzarse sin preparación a un lago congelado. La práctica debe ser gradual, supervisada si existen problemas cardíacos, y entendida no como una cura, sino como una herramienta complementaria.

Pero el mensaje de fondo es claro: el cuerpo también puede entrenarse para reciclar, resistir y optimizar. Si el TDA-H en adultos está marcado por la vulnerabilidad al estrés y la fatiga, cualquier intervención que mejore la resiliencia celular y emocional merece atención.

El frío, ese viejo enemigo, empieza a mostrarse como un maestro inesperado: incómodo, intenso y breve, pero capaz de recordarnos que incluso en el TDA-H, el cambio empieza muchas veces no en la mente, sino en la fisiología.


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