La importancia de la vieja idea conductual del repertorio de conductas o hábitos
Por atencion.org
Uno de los aportes más lúcidos del enfoque conductual clásico —y que curiosamente ha sido olvidado por muchos enfoques modernos— es la noción de repertorio de conductas. Esta idea, simple en apariencia, encierra una profundidad decisiva cuando se trabaja con personas con TDA-H desde una perspectiva de coaching o intervención práctica.
En términos llanos, el repertorio de conductas alude al conjunto de comportamientos disponibles que una persona ha aprendido a ejecutar en situaciones diversas. Dicho de otro modo: cuando enfrentamos un desafío, no inventamos nuestras reacciones desde cero, sino que echamos mano de lo que ya hemos hecho antes. Esta disponibilidad de respuestas no siempre es consciente, ni está organizada, pero opera como el material de base desde el que improvisamos, repetimos, evitamos o intentamos cosas nuevas.
En personas con TDA-H, el repertorio suele ser más limitado o estar fragmentado. No porque hayan aprendido menos en términos absolutos, sino porque sus procesos atencionales, su impulsividad o su forma de buscar estimulación hacen que repitan ciertos caminos y descuiden otros. Por ejemplo, una niña puede tener muchas habilidades creativas para resolver problemas gráficos, pero haber adquirido muy pocas estrategias para resolver situaciones de frustración interpersonal. Un joven con alta capacidad verbal puede tener respuestas brillantes en entornos intelectuales, pero nulo repertorio para organizar su habitación o planificar una tarde.
Desde un punto de vista conductual, ampliar el repertorio es una tarea central. No basta con hablar de “gestión emocional”, “motivación” o “autorregulación” como grandes principios. Hay que desglosar, modelar y practicar conductas concretas: pedir ayuda sin rabia, postergar un impulso, usar una lista en el celular, verbalizar una sensación antes de que estalle, cerrar una tarea sin revisarla treinta veces. Cada una de estas conductas no es un rasgo, sino un hábito, una acción aprendida que puede entrar o no en el repertorio de alguien.
Por eso, el coaching efectivo para TDA-H no puede limitarse a frases inspiradoras o acompañamientos reflexivos. Necesita tener momentos de observación, de juego, de ensayo y error, de imitación, de ritualización. En la práctica, esto significa crear entornos donde las personas puedan adquirir nuevas microconductas, integrarlas en secuencias útiles, y mantenerlas vivas hasta que dejen de ser experimentos para transformarse en parte del repertorio cotidiano.
Muchos casos considerados “resistentes” al tratamiento, en realidad, son personas que no han tenido suficientes oportunidades para construir alternativas viables en su comportamiento. Se les ha dicho qué deberían hacer, pero no se les ha ayudado a ensayar cómo hacerlo. En este sentido, el viejo concepto conductual no solo sigue vigente, sino que ilumina una de las claves más olvidadas del acompañamiento real: cuando una persona solo conoce dos o tres formas de reaccionar frente al mundo, su problema no es de voluntad, sino de repertorio.
Una intervención sólida debe entonces buscar una forma amable, lúdica y sostenida de ampliar ese repertorio. No para volver a la rigidez conductista de antaño, sino para rescatar la potencia práctica de sus hallazgos. Porque cuando alguien logra tener más opciones, incluso mínimas, la libertad no es una idea: es una posibilidad concreta que empieza a hacerse cuerpo.
7 de abril de 2025
atencion.org