Entonces, amigos, pónganse incómodos por lo que les voy a contar
Parafraseando esa trillada frase de "pónganse cómodos", hoy les pido lo contrario: pónganse incómodos. Porque si tienes TDAH —o trabajas con alguien que lo tiene— y quieres avanzar de verdad, vas a tener que hacer algo contraintuitivo: empezar a buscar la incomodidad de forma activa. No por masoquismo, sino por estrategia.
El TDAH no es solo un déficit de atención. Es una hipersensibilidad al aburrimiento, una intolerancia a la espera, una urgencia por escapar de lo que no da gratificación inmediata. Pero ese impulso, que es muy real, se convierte en una jaula cuando evita que nos expongamos a esas pequeñas dosis de incomodidad necesarias para aprender, crecer, entrenar una habilidad o simplemente llegar a tiempo a algo que no tiene fuegos artificiales ni aplausos.
La comodidad inmediata es una trampa seductora. Esa postergación, ese "más tarde", ese "ahora no puedo", son formas elegantes de evitar la fricción. Pero la verdad es que, si no hay fricción, no hay cambio.
Aquí entra el coaching. No para gritarte frases motivacionales ni llenarte de deberías, sino para entrenarte en la práctica concreta de hacer cosas que te incomodan —poquito a poco, todos los días— y empezar a vincularte con la incomodidad como una señal de avance, no como una alarma de peligro.
Una sesión de coaching bien llevada puede ser ese espacio donde te das cuenta de que no se trata de sentirte listo para actuar, sino de actuar mientras te sientes incómodo. Y eso, para una mente con TDAH, puede ser el inicio de una transformación profunda: pasar de vivir huyendo de la incomodidad, a usarla como brújula.
Entonces, sí: pónganse incómodos. Pregúntense qué cosas están evitando porque son incómodas y qué pasaría si las enfrentaran solo por un minuto más. Quizás ese minuto se convierta en un cambio de dirección.
atencion.org
6 de abril de 2025