Coaching TDAH: El instinto como eficiencia sensorial extrema
En el contexto del coaching para personas con TDAH, hablar de “instinto” puede parecer una provocación. Se suele asumir que el TDAH es desorganización, impulsividad, falta de filtro o de madurez ejecutiva. Pero ¿y si esas respuestas rápidas, emocionales o aparentemente desajustadas, no fueran fallos de control sino expresiones de un sistema nervioso que procesa a una velocidad distinta, bajo otras reglas?
El instinto no es magia. Es eficiencia.
Más aún: es eficiencia sensorial extrema.
Bajo esta mirada, lo instintivo no sería lo opuesto a lo racional, sino un modo de racionalidad hipersincrónica que ocurre en zonas del sistema nervioso donde la cognición aún no ha intervenido. El sistema nervioso autónomo (SNA), los ganglios basales, la ínsula, el cerebelo emocional y la corteza prefrontal ventromedial actúan como una red distribuida de cálculo adaptativo. Lo que ocurre ahí no se razona con palabras. Se siente como certezas súbitas. Se manifiesta como intuiciones corporales. Se expresa como decisiones que “ya están tomadas” antes de que el pensamiento reflexivo intervenga.
En el TDAH, muchas de estas decisiones parecen erráticas. Pero un análisis más fino muestra que, en muchos casos, son respuestas a una carga sensorial excesiva o a una configuración atípica de la atención, más sensible a ciertos patrones y más ciega a otros. En lugar de buscar “corregir” esas respuestas, el coaching puede ayudar a reconocerlas como expresiones de una forma particular de eficiencia neurofuncional.
Desde una perspectiva bioquímica, el instinto es una cadena de eventos ultra rápidos mediada por canales iónicos sensibles al voltaje, receptores mecanosensibles y aferencias viscerales que viajan a través del nervio vago y la médula espinal hasta núcleos del tronco encefálico como el locus coeruleus y el núcleo del tracto solitario. Allí se modula la liberación de noradrenalina, dopamina, orexina y otros neuromoduladores en función de variables contextuales que ni siquiera sabemos que estamos percibiendo. El cuerpo decide antes de que pensemos. Y muchas veces, acierta.
La calidad de esa decisión depende de factores que rara vez aparecen en una sesión de coaching tradicional: el grado de mielinización axonal, la proporción de Omega 3 en las membranas neuronales, la disponibilidad de magnesio y potasio intracelular. También de la integridad sensorial de receptores cutáneos, articulares, viscerales y auditivos. El “instinto” no es un lujo esotérico. Es el producto de un sistema nervioso finamente calibrado. Y en muchas personas con TDAH, ese sistema está amplificado.
El coaching para el TDAH puede incorporar esta visión como una hipótesis fértil: en lugar de reducir lo instintivo a impulsividad disfuncional, se puede entrenar la autoobservación para detectar patrones en las decisiones rápidas, descubrir cuándo son confiables, y usarlas como guía en escenarios donde la sobrecarga cognitiva impide razonar con claridad.
Hay momentos en que pensar menos no es una limitación, sino una forma avanzada de adaptación. En esos casos, lo instintivo no es lo opuesto a la razón, sino una forma precoz de ella: una razón que aún no ha sido verbalizada, pero que ya está actuando.
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6 de abril de 2025