El humor es una de las cosas más serias del mundo
por atencion.org
En el contexto del coaching para personas con TDA-H, el humor no es un recurso decorativo, ni un simple alivio ocasional. Es una herramienta estratégica, una forma de pensamiento y una actitud vital que puede marcar la diferencia entre la parálisis y el movimiento, entre la autocrítica hiriente y la autoaceptación lúcida.
Para alguien con TDA-H, la vida cotidiana puede parecer una coreografía imposible, donde el cuerpo va en una dirección, el foco en otra, y las emociones se reparten como si fueran de otra persona. A menudo aparece una voz interna implacable que convierte el error en culpa, la distracción en vergüenza y el olvido en fracaso personal. En ese escenario, el humor —no el burlón ni el que disfraza la evasión, sino el que ilumina sin herir— funciona como una interrupción poderosa del ciclo de auto-reproche.
Reírse no para minimizar, sino para ver con perspectiva.
Una sesión de coaching en la que una persona con TDA-H logra reírse de una escena absurda que le sucedió no es una sesión menos seria. Al contrario: suele ser el momento en que emerge una mirada más lúcida sobre su estilo de vida, sus obstáculos y su forma de pensar. El humor genera distancia metacognitiva, y esa distancia permite ver lo que antes estaba tan pegado al rostro que resultaba invisible.
En neurociencia, se ha demostrado que la risa activa regiones cerebrales asociadas al placer, a la regulación emocional y al pensamiento flexible. Pero más allá de lo biológico, el humor permite desafiar las narrativas estancas: esas que dicen “no puedo”, “siempre me pasa lo mismo”, “ya es tarde”, “no soy capaz”. A través del humor, esas frases se desarman, no como una demolición, sino como un juego: al mostrarse desde otro ángulo, pierden su rigidez y se vuelven habitables.
El humor crea vínculo
Muchos adultos y jóvenes con TDA-H han atravesado largos períodos de aislamiento emocional. La sensación de no encajar, de ir siempre a contratiempo, puede generar una narrativa de rareza que erosiona el vínculo con los demás. En cambio, cuando aparece la risa compartida, incluso en medio de un relato caótico o de una situación de fracaso, se produce algo profundamente humano: la conexión. El otro no me mira con lástima ni con juicio, sino con una sonrisa que dice: “te entiendo”.
En el coaching, esa conexión es clave. No se trata de hacer bromas constantes ni de disfrazar el malestar con chistes, sino de abrir la posibilidad de pensar desde otro lugar. A veces la mejor intervención no es una técnica compleja, sino una ironía delicada en el momento justo. Una forma de poner en jaque al perfeccionismo o a la hiperautoexigencia que tantas veces bloquea el aprendizaje.
No hay que elegir entre lo serio y lo divertido.
Esa dicotomía es falsa. El humor puede convivir con el compromiso, la introspección y la transformación. Y en las personas con TDA-H, que suelen tener un pensamiento divergente, una mente acelerada y una sensibilidad fuera de lo común, el humor puede ser una vía privilegiada para ordenar el caos sin reprimirlo, para aprender sin castigo, para crear sin temor al ridículo.
En la práctica, esto implica diseñar espacios de coaching donde la risa no sea un accidente, sino una posibilidad siempre abierta. Donde la torpeza no sea censurada, sino mirada con curiosidad. Donde cada olvido o distracción se convierta, si es posible, en material de juego y no en motivo de autoabandono.
Porque el humor no niega la dificultad. Pero la ilumina desde otro ángulo. Y en esa luz, muchas veces, aparece algo que parecía perdido: la capacidad de seguir.
7 de abril de 2025
atencion.org