Coaching y TDAH: Iterar para Crecer
El aprendizaje no es un acto lineal ni una simple acumulación de conocimientos. En el coaching para personas con TDAH, esta idea se vuelve aún más crucial: la evolución personal no sigue un camino recto, sino que se construye en base a prueba, error y ajuste continuo. Aquí es donde la palabra clave iterar cobra sentido, no solo como método, sino como una filosofía de vida.
Imaginar, Crear, Probar, Mejorar
Cada idea, proyecto o estrategia es un borrador en constante revisión. Las personas con TDAH suelen enfrentarse a desafíos en la planificación y la ejecución, pero también poseen una gran capacidad creativa. Si en lugar de buscar la perfección en el primer intento, asumimos que todo es un ensayo de algo más grande, la presión disminuye y la exploración se vuelve más libre.
El proceso es claro:
Imaginar una posible solución o estrategia.
Crear un primer intento sin esperar que sea definitivo.
Probar en la práctica, evaluando qué funciona y qué no.
Mejorar con base en la retroalimentación y la propia experiencia.
Este ciclo no solo optimiza resultados, sino que también refuerza la confianza en la capacidad de adaptarse y evolucionar.
El Error: Un Concepto Que Necesita Ser Replanteado
El TDAH a menudo se asocia con una historia de fracasos acumulados. Desde la infancia, muchas personas han recibido mensajes que los llevan a temer el error, interpretándolo como señal de incapacidad en lugar de verlo como un peldaño necesario para el aprendizaje. Erradicar esta creencia no es solo útil, sino imprescindible.
Si el error deja de percibirse como un juicio sobre la persona y se entiende como información valiosa, la experiencia cambia radicalmente. No es "fallar", es recolectar datos sobre qué necesita ajustarse en la siguiente iteración.
Gestionar Emociones y Expectativas
La frustración es un obstáculo frecuente cuando los resultados no llegan en el tiempo esperado. Aquí es donde la gestión emocional y la regulación de expectativas se vuelven esenciales. Todo proceso de mejora implica tiempos, pausas y ajustes. Si nos adelantamos con expectativas rígidas, lo único que garantizamos es una mayor frustración.
Aceptar que todo puede ser afinado y mejorado no significa conformarse, sino reconocer que cada intento es parte de algo más grande. Un borrador no es un fracaso; es una pieza dentro de un proceso en evolución.
La clave es sostener la constancia sin quedarse atrapado en la decepción de los intentos fallidos. El objetivo no es hacerlo perfecto de inmediato, sino seguir iterando hasta que la versión final sea la mejor posible dentro del contexto en el que se encuentra.
Iterar Como Estilo de Vida
En el coaching para TDAH, iterar no es solo una estrategia de aprendizaje, sino una forma de navegar la vida con mayor flexibilidad y menos autoexigencia destructiva. Imaginar, crear, probar y mejorar se convierte en un ciclo natural, donde cada paso es una oportunidad en lugar de una evaluación definitiva.
Si dejamos de ver los intentos fallidos como derrotas y los entendemos como información valiosa, el progreso se vuelve inevitable. Al final, todo es un ensayo de algo más grande.
Somos sistemas en constante ajuste, estructuras dinámicas que se redefinen con cada experiencia. No avanzamos en línea recta ni seguimos un guion predeterminado; más bien, nos reconfiguramos con cada nueva interacción, adaptándonos a lo aprendido, descartando lo que no funciona y afinando lo que sí.
Cada intento nos transforma, cada error es una oportunidad de ajuste y cada avance nos deja en un punto de partida distinto. Nos movemos dentro de un ciclo de exploración y refinamiento, donde las versiones anteriores de nosotros mismos sirven de base para lo que vendrá después.
No hay un estado final ni una versión definitiva. Siempre estamos revisando, reinterpretando y evolucionando. Este proceso no es una debilidad, sino nuestra mayor fortaleza: la capacidad de cambiar según lo que descubrimos en el camino.
Somos estructuras en constante redefinición, modelos inacabados que se perfeccionan con cada ajuste. No avanzamos en línea recta ni seguimos un guion fijo; cada experiencia nos reconfigura, descartando lo que no funciona y afinando lo que sí. Pero todo ajuste responde a un punto de referencia, un modelo ideal desde el cual medimos nuestro progreso y orientamos nuestras mejoras.
Aquí radica la importancia de contar con ejemplos significativos, referentes que nos ayuden a calibrar nuestra evolución. No se trata de copiar, sino de inspirarnos en lo que consideramos excelencia, en aquellos principios o personas que encarnan lo mejor de lo que aspiramos a ser. Este "estándar de oro" nos permite saber hacia dónde dirigir nuestros esfuerzos y qué correcciones necesitamos hacer en el camino.
Sin embargo, la meta última no siempre se expresa en términos concretos. Quizás no sea un logro específico ni una identidad estática, sino algo más sutil y profundo: la sensación de equilibrio, la serenidad de saber que estamos en el camino correcto, la felicidad que surge cuando las piezas encajan. No es una forma predefinida, sino una experiencia interna que, aunque difícil de definir con palabras, se reconoce de inmediato cuando se siente.