Coaching, TDAH y el mito del "gamificarlo todo"
La gamificación ha sido una de las estrategias más celebradas en la última década dentro del mundo del coaching y la educación, especialmente cuando se trabaja con personas con TDAH. La lógica parece irrebatible: los videojuegos y los juegos de mesa logran captar la atención incluso de quienes más dificultades tienen para sostenerla. Entonces, ¿por qué no trasladar sus mecánicas al coaching para mejorar el compromiso y la efectividad de las sesiones?
Sin embargo, convertir literalmente el coaching en una serie de dinámicas lúdicas no siempre da los resultados esperados. De hecho, en algunos casos puede ser contraproducente. Para entender por qué, es necesario analizar qué hace que un juego sea atractivo y cómo estas mismas características pueden chocar con los objetivos de un proceso de coaching.
La promesa de la gamificación
Los juegos tienen una estructura que favorece la atención y el compromiso. Suelen incluir:
- Metas claras y alcanzables: Saber exactamente qué se espera y cómo progresar mantiene a los jugadores motivados.
- Retroalimentación inmediata: Los juegos ofrecen recompensas o consecuencias en tiempo real, lo que refuerza ciertos comportamientos.
- Desafío progresivo: A medida que el jugador mejora, el juego aumenta su dificultad de manera gradual.
- Elementos de azar y sorpresa: Pequeñas dosis de imprevisibilidad pueden mantener el interés.
Para las personas con TDAH, estos factores pueden ser especialmente atractivos porque ayudan a compensar problemas con la regulación de la motivación, la memoria de trabajo y la recompensa diferida. De ahí que muchos coaches intenten trasladar estas mecánicas al proceso de acompañamiento.
El problema de la traducción literal
Si bien algunos elementos de los juegos pueden integrarse con éxito en el coaching, hay diferencias fundamentales que hacen que la gamificación no siempre funcione como se espera:
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No todo aprendizaje puede reducirse a puntos y recompensas
La gamificación suele basarse en refuerzos inmediatos: ganar estrellas, subir de nivel o desbloquear insignias. Pero el coaching, especialmente cuando se trabaja con personas con TDAH, debe apuntar a desarrollar la capacidad de sostener esfuerzos sin recompensas instantáneas. Un exceso de estímulos externos puede reforzar la necesidad de validación inmediata en lugar de ayudar a construir la autonomía y la regulación emocional. -
El juego como evasión
Una mecánica clave de los juegos es que permiten escapar de la realidad. Sin embargo, el coaching busca precisamente lo contrario: ayudar a la persona a afrontar su vida con mayor claridad. Si se convierte en una dinámica demasiado lúdica, es fácil que la persona se involucre en el "juego" sin transferir esos aprendizajes a su vida real. -
La pérdida del significado profundo
Algunos procesos en coaching requieren introspección, análisis de patrones de pensamiento y gestión emocional. Si se intenta convertir todo en un sistema gamificado, se puede caer en la trivialización de problemas complejos. No todo se resuelve con dinámicas entretenidas; a veces es necesario el trabajo incómodo y profundo. -
El riesgo de la frustración mal gestionada
En los videojuegos, perder una partida suele ser solo un contratiempo temporal. Pero en la vida real, la frustración tiene consecuencias más profundas. Si la gamificación del coaching no se estructura bien, puede generar una sensación de "fracaso" cuando la persona no avanza según el esquema de niveles o logros esperados. Esto puede ser especialmente problemático en personas con TDAH, que a menudo ya tienen un historial de experiencias frustrantes.
¿Cómo integrar lo mejor del juego sin caer en sus trampas?
En lugar de gamificar de manera literal el coaching, es más útil adoptar principios de diseño de juegos de una manera estratégica y flexible. Una forma de hacerlo es a través de lo que podríamos llamar "misiones con propósito".
Ejercicio práctico: La misión semanal
Este ejercicio se basa en una estructura de juego, pero sin reducir la experiencia a un sistema rígido de recompensas.
- Definir una misión personal: La persona elige un desafío pequeño pero significativo que quiera abordar durante la semana (por ejemplo, terminar un informe sin distraerse con el teléfono).
- Identificar aliados y obstáculos: Como en cualquier juego, hay elementos que pueden ayudar y otros que pueden sabotear. Aquí, se listan los recursos disponibles (alarmas, técnicas de concentración, apoyo de terceros) y las posibles distracciones.
- Registrar el progreso sin presiones externas: En lugar de dar puntos o medallas, la persona lleva un registro breve de cómo se sintió en el proceso, qué funcionó y qué no.
- Revisión con enfoque de explorador: Al final de la semana, se revisa la experiencia como si se tratara de un juego de exploración: ¿qué aprendió? ¿Qué podría mejorar en la siguiente misión?
Este enfoque toma lo mejor de los juegos (motivación, desafío, exploración) sin caer en la superficialidad de una estructura rígidamente gamificada. En última instancia, el objetivo del coaching no es hacer que la vida sea un juego, sino ayudar a la persona a interactuar con su propia realidad de manera más consciente y efectiva.
2025-03-20