1.–Afrontamos una tarea.
2.–Por medio de pensamientos anticipamos el sufrimiento que
creemos que nos supondrá hacer la tarea.
3.–Aparece la ansiedad por causa de esos pensamientos.
4.–Empezamos a negociar con nosotros mismos para evitar
sentir
ansiedad.
5.–Aumenta la ansiedad porque una parte de nosotros quiere
hacer la
tarea y otra quiere evitarla.
6.–Con la ansiedad en su pico máximo, tomamos la decisión de
procrastinar.
7.–Para evitar el sentimiento de culpa y los remordimientos
posteriores acordamos no procrastinar la próxima vez.
8.–Como forma de disminuir la ansiedad nos dedicamos a una
actividad que nos resulte pasivamente placentera y que no nos suponga ningún esfuerzo.
Para reconocer cuando estamos entrando en la espiral de la
procrastinación es necesario que tengamos claras estas etapas. Desde el momento
en que estemos ante la perspectiva de empezar una tarea que creemos que nos causará
cierta incomodidad, debemos estar alerta ante dos aspectos fundamentales:
1.–Nuestros pensamientos.
2.–Nuestro nivel de ansiedad.
Una vez que nos damos cuenta de que estamos empezando a tener pensamientos negativos hacia la tarea que tenemos que realizar, se nos presenta la primera oportunidad de romper la espiral de la procrastinación.
Decidirse a empezar en este momento, y empezar realmente, le costará mucho menos esfuerzo que solos unos minutos más tarde, cuando la ansiedad ya haya hecho su aparición y nuestra parte emocional comience a tratar de combatirla tomando el control de nuestras decisiones.