El mejor medicamento
A estas alturas, no hacen falta grandes estudios para demostrarlo: el movimiento cura, y el baile lo hace con efectos secundarios positivos.
Si el ejercicio físico ya se considera una de las mejores medicinas preventivas —por su impacto en el sistema cardiovascular, inmunitario y emocional—, el baile es ejercicio recargado, con una dosis añadida de sentido, vínculo y alegría.
No solo eleva la frecuencia cardíaca: eleva la frecuencia vital.
Regula la dopamina, sincroniza el hemisferio derecho con el izquierdo, activa el cerebelo, mejora la memoria, estimula la oxigenación cerebral, reduce el cortisol y aumenta la serotonina.
Y además —cosa rara en cualquier tratamiento— genera comunidad, ternura y contacto humano.
Por eso, y sin ironía, podríamos decir que el baile debería estar subvencionado por la Seguridad Social.
Porque previene la depresión, combate el aislamiento, mejora la coordinación y la autopercepción, y ofrece algo que ningún fármaco ni terapia individual logra por sí solos: la experiencia de sentirse vivo en relación con otros.
A las pruebas me remito:
cada pista de baile es una pequeña clínica de alegría compartida, un laboratorio de neuroplasticidad, una farmacia donde el cuerpo expide su propio remedio.
Y lo mejor de todo: no se toma con agua, sino con música.