lunes, octubre 20, 2025

Cuando la ansiedad secuestra el aprendizaje

Uno de los errores más comunes al empezar a bailar socialmente no tiene que ver con la falta de talento ni con la dificultad de los pasos. Es la ansiedad y el estrés lo que bloquea al cerebro, y con ello, la capacidad de memorizar, coordinar y adaptarse.

Cuando un principiante entra a la pista y siente el corazón acelerado, las manos tensas, la cabeza llena de “¿y si me equivoco?”, no es simplemente un problema de técnica: es un secuestro neurológico. El sistema límbico, encargado de la supervivencia y la alerta ante el peligro, toma el control, y el córtex —el área responsable de planificar, anticipar y coordinar— queda temporalmente paralizado.

Esto explica por qué muchas personas parecen “lentas” para aprender” o “no tienen oído para el ritmo” al inicio. No es cuestión de inteligencia, sino de estado interno. Cuando la ansiedad domina, repetir la indicación del profesor más despacio o explicar los pasos otra vez no soluciona el problema, porque el cerebro simplemente no está en condiciones de procesar nueva información.

Aquí entra la primera gran herramienta del baile social: aprender a gestionar la ansiedad en movimiento. El propio acto de bailar, aunque torpe al principio, comienza a entrenar el cuerpo y la mente para reconocer, tolerar y modular la tensión. Cada paso recordado, cada coordinación lograda, aunque mínima, resta poder a la ansiedad y libera espacio para el aprendizaje.

El mensaje clave es simple: la frustración inicial no indica incapacidad, sino un estado natural del cerebro humano ante el estrés. Reconocerlo, aceptarlo y entrenar la conciencia de nuestro estado emocional es el primer paso para desbloquear todo el potencial que el baile social tiene como laboratorio de inteligencia y regulación emocional.




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