“Neurodiversidad y el coraje de pensar distinto… incluso entre los que piensan distinto”
(Sube al escenario, respira, sonríe)
Hola. Quiero comenzar con una imagen.
Imaginen una sala de profesores discutiendo sobre cómo incluir mejor a un niño con TDAH.
Un docente propone: “Podemos adaptar los tiempos del examen”.
Otro responde: “Eso es injusto para los demás”.
Una madre escucha y dice: “Mi hijo no tiene un trastorno. ¡Su cerebro es perfecto así como es!”.
Y un psicólogo intenta mediar…
—"Quizá podemos trabajar ambos aspectos: el orgullo por su diferencia... y estrategias para que no sufra en el aula.”
¿Adivinen qué pasa?
Lo critican los dos bandos.
Bienvenidos al mundo de la neurodiversidad, donde cada vez más personas piensan distinto…
pero se les hace muy difícil pensar distinto entre sí.
1. ¿Qué es la neurodiversidad?
La neurodiversidad es una idea poderosa:
que el cerebro humano no viene en un solo modelo.
Que el autismo, el TDAH, la dislexia, no son errores que hay que corregir, sino formas legítimas de procesar el mundo.
Esta idea ha sido un alivio para millones de personas que, por fin, pueden dejar de sentirse “rotas”…
y empezar a sentirse distintas.
Pero, como pasa con toda idea poderosa… también se ha vuelto terreno de guerra.
2. La trinchera de los extremos
De un lado, tenemos lo que yo llamo el fan de la neurodiversidad.
Personas que luchan con pasión por el reconocimiento de las diferencias…
pero que, a veces, terminan volviéndose intolerantes con quien no comparte su forma exacta de ver el mundo.
Para este fan, hablar de diagnóstico, de tratamiento, de terapia…
es ser “cómplice del sistema”.
Es querer “normalizar” lo que debe ser celebrado.
Del otro lado, está el enfoque médico tradicional, que sigue viendo estas diferencias como trastornos.
Y propone intervenciones, pastillas, correcciones.
Ambos creen tener la verdad.
Y ambos, a veces, se parecen más de lo que creen.
Porque ambos tienden a desacreditar al que no se alinea.
3. El lugar más incómodo: el centro
Y ahí, en el medio, estamos muchos.
Profesionales, docentes, madres, personas con diagnóstico…
que creemos que no todo es blanco o negro.
Que tal vez se puede estar orgulloso de tu forma de pensar y querer ayuda para organizarte mejor.
Que tal vez un diagnóstico puede ser liberador, no una condena.
Pero si decís eso…
te llaman “amarillo”.
“Moderado”.
“Tibio”.
“Cómplice”.
Porque hoy, lo difícil no es ser valiente.
Lo difícil es no tener enemigos claros.
Lo difícil es sostener la complejidad sin necesidad de simplificar.
4. Las guerras ocultas
Y sí, hay razones para tanto enojo.
La psiquiatría ha medicalizado a generaciones.
La escuela ha castigado lo diferente.
Los padres se han sentido solos.
Y muchas personas neurodivergentes han vivido una vida entera sin ser comprendidas.
Pero hay algo más:
también estamos jugando una guerra simbólica.
Una guerra por decidir quién tiene derecho a definir la realidad.
Y cuando eso pasa… el lenguaje se vuelve campo de batalla.
Ya no se discuten ideas.
Se discute quién puede hablar.
Desde dónde.
Y para qué.
5. ¿Y si hacemos algo diferente?
Tal vez ha llegado el momento de dejar de ver esto como una lucha entre buenos y malos.
Dejar de preguntar “¿quién tiene razón?”
Y empezar a escuchar todas las razones.
La neurodiversidad no es una ideología.
Es una realidad biológica, social, emocional…
Y también poética.
No se trata solo de derechos.
Se trata de crear un mundo donde quepan más formas de pensar, de sentir, de aprender… de vivir.
6. El coraje de no tener la última palabra
Yo no vengo hoy a convencerte de nada.
Vengo a invitarte a algo más difícil:
a que te incomodes.
A que te escuches.
A que no elijas bando tan rápido.
Porque hoy, el verdadero coraje no está en gritar más fuerte,
sino en esperar antes de juzgar.
En tender puentes entre discursos que se creen enemigos.
En preguntar: ¿y si hay algo cierto en todos, pero la verdad entera no está en ninguno?
Cierre: la frase que no sé si decir…
Una vez escuché a una madre decir:
“Mi hijo no necesita cambiar. El mundo sí.”
Y otra madre, llorando, dijo:
“Sí… pero mientras el mundo cambia, ¿cómo lo ayudo a no sufrir?”
Quizá no haya una sola respuesta correcta.
Quizá por eso necesitamos menos etiquetas y más conversaciones.
Y quizás, solo quizás,
el primer paso para honrar la neurodiversidad…
es aceptar también la diversidad de opiniones sobre la neurodiversidad.
Gracias.