TDA-H en el adulto: lo que Morita descubrió en 1919
En 1919, un médico japonés llamado Shōma Morita tuvo una idea radical sobre la ansiedad: dejar de luchar contra ella.
Mientras la psiquiatría occidental buscaba “curar” síntomas emocionales, Morita, influido por el Zen, propuso algo que parecía imposible: cuanto más peleas con tus sentimientos, más fuertes se vuelven.
Su método era simple y desconcertante. Primero, reposo absoluto: una semana en cama, sin distracciones, sin libros, sin tareas, solo estar con uno mismo. Después, trabajo básico y ordenado: limpiar, cocinar, cuidar el jardín. No para “sentirse mejor”, sino simplemente porque la vida lo requería.
Los resultados sorprendieron: las emociones perdían su poder, los pacientes dejaban de obsesionarse con sus síntomas y podían volver a vivir. Morita llamó a este principio arugamama: aceptar las cosas tal como son.
Morita y el TDA-H: un puente inesperado
Hoy sabemos que muchos adultos con TDA-H viven atrapados en la lucha contra su propia mente.
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Luchan contra la dispersión, intentando forzarse a concentrarse como los demás.
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Luchan contra la impulsividad, reprimiendo cada impulso hasta la frustración.
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Luchan contra la montaña de pendientes, donde cada olvido parece una catástrofe.
Esa lucha constante genera un segundo problema: culpa, ansiedad y agotamiento. No es solo el TDA-H, es la relación con el TDA-H.
Aquí es donde la enseñanza de Morita resulta profundamente actual. Lo que él descubrió para la ansiedad puede aplicarse también al adulto con TDA-H: dejar de convertir la diferencia neurológica en un enemigo.
Aceptar no significa resignarse. Significa cambiar la estrategia:
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No esperar a estar motivado, sino empezar con acciones pequeñas y concretas.
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No obsesionarse con “funcionar como los demás”, sino ordenar la vida en torno a la propia forma de atención.
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No pelear con los síntomas, sino crear contextos donde esos síntomas se vuelven potencia: creatividad, energía, intuición.
Del Zen al presente
Cien años después, las terapias de aceptación y compromiso, la atención plena y la autocompasión han dado un lenguaje moderno a lo que Morita intuyó: no se trata de pensar tu salida, sino de actuar en medio de la tormenta.
Para el adulto con TDA-H, este principio puede ser una brújula:
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La emoción no es el problema.
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La distracción no es el problema.
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La hiperactividad no es el problema.
El problema es la relación con ellas. La lucha, la resistencia, el deseo de ser “otro”.
Morita ya lo dijo en 1919. Y hoy, su mensaje resuena más fuerte que nunca: no se trata de pelear contra lo que eres, sino de moverte con lo que ya tienes.
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