jueves, septiembre 11, 2025

Ritmo, presión y activación: un ensayo sobre TDAH, emprendimiento y vida moderna

Hay una forma de trabajar el emprendimiento de contenidos educativos que puede ser especialmente útil para alguien con TDAH: ofrecer primero el producto, sentir la demanda real, comprometerse con una fecha, y solo después crear y aprender lo necesario para cumplir. No al revés. No planear eternamente sin poner nada en juego, sino lanzarse primero y construir después.

Esa forma de trabajo, que a otros podría parecerles riesgosa o improvisada, para alguien con TDAH puede ser oro puro. Porque activa. Porque la urgencia de la fecha se convierte en motor. Porque el deadline dispara la motivación. Porque la presión externa se transforma en una especie de brújula interna.

Pero no todo es ganancia. Esa misma activación que te enciende puede convertirse en un desastre. En ansiedad. En colapso. En sentir que el mundo te aplasta. La clave está en reconocer cuándo la activación es energía y cuándo empieza a ser veneno.

La metáfora que mejor explica esto es la del camarero. Cuando la sala está llena y las comandas llegan una tras otra, el camarero sabe qué hay en la cocina, qué falta por salir, qué clientes esperan. Tiene un ritmo. Un sistema. Se sostiene en él. Pero si alguien empieza a poner comandas de más, si no hay orden ni equilibrio, todo se viene abajo. No es la presión en sí. Es la capacidad de sostenerla.

Algo parecido cuenta Edward Hallowell en su libro. Relata cómo trabajó de joven en una parrilla donde a veces tenía doce órdenes al mismo tiempo. Hamburguesas, frankfurts, bikinis, huevos, tocino, salchichas, croquetas, creps, omelets. Todo a la vez. Aprendió a prestar atención de forma simultánea como nunca antes lo había hecho. Una parte de su mente seguía la parrilla, otra los pedidos que colgaban, otra lo que sucedía detrás de él. Cuando encontraba el ritmo, todo fluía. El trabajo se volvía casi automático. Pero si salía de la sincronización, si perdía la visión de conjunto, todo se rompía. Podía tardar media hora en volver a encontrarlo.

Esa experiencia le enseñó algo esencial: todos tenemos un tope. Una capacidad máxima que puede crecer con práctica, pero que siempre tiene un límite. Y cuando se llega a ese límite, si no se baja la velocidad, llega el nerviosismo. La ansiedad rompe el ritmo. El sistema colapsa.

Lo interesante es que, sin saberlo, él estaba aprendiendo a vivir en la modernidad: responder a demandas aleatorias, hacerse responsable de tareas sensibles al tiempo, manejar la presión de lo inmediato y sentir la euforia cuando todo estaba en armonía. Lo llamó “ritmo”: ese conjunto de procesos neurológicos y psicológicos que hacen parecer fácil un trabajo que en realidad es difícil. Desde fuera se ve simple. Desde dentro, es fruto de práctica y conciencia.

Esto conecta directamente con el TDAH. Porque lo que a muchos se les hace insoportable —la presión, la urgencia, el tiempo límite— para quienes tienen TDAH puede ser el motor que los activa. El problema no es la presión en sí, sino aprender a regularla, a sostenerla, a reconocer cuándo el ritmo se convierte en ruido y cuándo el sistema está a punto de quebrarse.

De ahí salen algunas ideas prácticas:

  • Descubre lo que ya funciona en ti. Recuerda momentos en los que tu energía y concentración fluyeron. ¿Qué condiciones estaban presentes? ¿Qué hábitos ayudaron? Repite y potencia eso.

  • Divide en microobjetivos. Haz que cada pedido, cada deadline, se convierta en un paso pequeño y alcanzable. La suma de microéxitos crea confianza.

  • Cuida el cuerpo. Ejercicio físico, descanso y alimentación son la base. Sin autocuidado fisiológico, el cerebro no aguanta la intensidad.

  • Aprende a priorizar sobre la marcha. Como en la parrilla: lo que puede esperar, que espere. Atiende lo urgente primero y sin culpas por lo que se retrasa.

  • Reconoce tus señales de alerta. Ese punto en el que la energía empieza a sentirse como ansiedad. Cuando llegues ahí, baja la velocidad antes de colapsar.

Emprender así se parece a entrenar en un gimnasio invisible. Cada proyecto, cada cliente, cada plazo es una oportunidad para conocerte, para crecer, para sostener la intensidad. Y como en el caso de Hallowell, todo depende de encontrar tu ritmo.

La activación puede ser tu mayor aliada. O tu peor enemiga. No se trata de eliminar la presión. Se trata de aprender a danzar con ella. Como el camarero, como el cocinero de la parrilla, como cualquiera que descubre que el verdadero secreto no es hacer menos ni hacer más, sino encontrar el punto exacto donde el ritmo se convierte en vida y no en colapso.

Y sobre todo, se trata de descubrir lo que ya funciona en ti y potenciarlo, porque ahí está tu verdadero motor.

Estoy súper abierto a que me puedas compartir las que has descubierto y las que puedas descubrir de ahora en adelante.


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