¿Qué valores mueren y cuáles nunca desaparecen?
Justo aquí es donde una genealogía se vuelve más fina: distinguir entre valores contingentes, que dependen de un marco cultural concreto, y valores persistentes, que parecen reaparecer en todas las culturas, aunque con distintos nombres y rituales.
Valores que nacen y mueren
Algunos valores brillan durante siglos y luego se desmoronan, porque no son eternos, sino códigos locales de una época.
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Honor
Fue central en sociedades aristocráticas, guerreras y patriarcales. Definía duelos, linajes y reputaciones. Hoy sobrevive en códigos de pandillas, mafias o ciertas tradiciones rurales. -
Trabajo
En la Grecia clásica era despreciado (propio de esclavos). El protestantismo lo santificó. La modernidad lo convirtió en identidad. Y ahora, con la automatización y la “vida líquida”, empieza a resquebrajarse. -
Normalidad
Apenas tiene dos siglos. Nació con la estadística, la escuela moderna y la medicina social del XIX. Hoy está siendo contestada por los movimientos neurodiversos que cuestionan el ideal de un sujeto “promedio”.
Valores que persisten
Otros valores atraviesan las culturas, las épocas y los sistemas políticos. Se transforman, pero no desaparecen.
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Justicia
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En Mesopotamia, el Código de Hammurabi.
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En Grecia, la diké.
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En China, el orden confuciano (li).
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En pueblos originarios, la reciprocidad de los intercambios.
Siempre surge la idea de equilibrio, de “poner las cosas en su lugar”.
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Coraje / Valentía
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En la Ilíada, la areté guerrera.
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En el bushidō samurái.
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En culturas amerindias, el valor del cazador.
Puede ser bélica o espiritual, pero siempre admirada.
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Cuidado / Compasión
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En el budismo, la karuṇā.
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En el cristianismo, la caridad.
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En culturas indígenas, el cuidado de ancianos y niños como deber colectivo.
La forma cambia, pero la necesidad de cuidar al débil parece universal.
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Verdad
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En Egipto, la Maat (orden cósmico).
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En Grecia, la aletheia (des-ocultamiento).
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En el islam, el haqq (verdad y derecho).
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En pueblos orales, la memoria viva como garante de verdad.
En todas partes surge un criterio para distinguir lo verdadero de lo falso.
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Trascendencia / Sentido
Desde los dioses homéricos hasta el nirvana budista, desde el Popol Vuh hasta el existencialismo moderno. Siempre hay un impulso a buscar un “más allá” de lo inmediato.
El denominador común
Más allá de las formas históricas, hay constantes antropológicas:
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El deseo de equilibrio (justicia).
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La admiración por la valentía (coraje).
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El impulso al cuidado (compasión).
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La búsqueda de la verdad.
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La necesidad de trascendencia.
Lo que cambia no son los valores en bruto, sino las narrativas y prácticas que los encarnan.
El duelo se entendía como justicia; hoy la justicia vive en tribunales.
La dignidad fue rango en Roma; hoy es derecho universal.
El coraje de un samurái no es el mismo que el de un activista moderno, pero ambos son reconocidos como coraje.
La verdad de un mito no es la misma que la de un experimento científico, pero ambas se defienden como verdad.
Conclusión provocadora
Lo eterno son los impulsos básicos.
Lo transitorio, las formas que adoptan.
Y quizá esa sea la clave: más que preguntar qué valor “tengo”, preguntarme cómo lo estoy vistiendo hoy con mis gestos, mis relatos y mis decisiones.