jueves, septiembre 11, 2025

Fisiología y no dualidad: hacia una psicología cognitivo-conductual de última generación

Durante décadas, la psicología cognitivo-conductual se centró en modificar pensamientos y conductas para producir cambios en la vida de las personas. El foco estaba en identificar distorsiones cognitivas, cuestionar creencias disfuncionales y ensayar comportamientos más adaptativos. Ese enfoque fue, y sigue siendo, tremendamente útil. Pero en los últimos años, una nueva ola de terapias cognitivo-conductuales ha dado un salto decisivo: integrar la fisiología como base ineludible del cambio y abrirse a una perspectiva no dual, donde el yo ya no es un centro rígido que observa y controla, sino un campo expandido de experiencia.

El giro fisiológico

La investigación contemporánea en neurociencia y medicina conductual es clara: antes que la psicología está la fisiología. Sin sueño reparador, la atención se fragmenta. Sin nutrición adecuada, la energía cognitiva se desploma. Sin movimiento físico, el ánimo se deteriora. Sin respiración consciente, el sistema nervioso simpático permanece atrapado en alerta.

El nuevo enfoque reconoce que la mente no puede regularse sola si el cuerpo está en déficit. El trabajo con deporte, higiene del sueño, nutrición equilibrada, exposición al frío o al calor (hormesis), e incluso prácticas de respiración y meditación, deja de ser un “complemento saludable” para convertirse en la primera línea de intervención terapéutica.

La dimensión no dual

El segundo giro es filosófico y experiencial. Las terapias de última generación —como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Terapia Dialéctico-Conductual (DBT) o la Terapia Metacognitiva— han puesto el énfasis en un descubrimiento radical: el yo narrador no es la totalidad de lo que somos.

La perspectiva no dual sostiene que los pensamientos, emociones y sensaciones emergen en un campo más amplio de conciencia que no se limita al individuo separado. Practicar la no dualidad en un contexto cognitivo-conductual significa aprender a desidentificarse de la historia personal, a observar sin apegarse, a reconocer que la emoción no define a la persona que la siente.

En este marco, el “yo expandido” no es una construcción mística, sino un recurso terapéutico. Permite reducir la fusión con pensamientos rumiativos, flexibilizar el autoconcepto y abrir un espacio de elección en medio de la tormenta emocional.

El encuentro entre cuerpo y yo expandido

Cuando ambas dimensiones se integran, aparece un modelo poderoso:

  • Primero la fisiología: regular sueño, nutrición, ejercicio, respiración.

  • Después la psicología no dual: entrenar la capacidad de ver pensamientos y emociones como eventos pasajeros en un campo mayor.

Este orden es crucial: un cuerpo agotado pide supervivencia, no contemplación. Solo cuando hay energía disponible se puede dar el salto hacia la flexibilidad psicológica y la expansión del yo.

Microprácticas aplicables

  1. Al despertar: exposición a luz natural y tres respiraciones profundas → recordatorio: “Hoy no soy mis pensamientos, soy el espacio donde aparecen”.

  2. Al mediodía: pausa breve de movimiento físico y check-in corporal → pregunta: “¿Qué necesita mi fisiología ahora?”.

  3. En conflicto: detenerse tres segundos → reconocer: “Esto es una emoción en tránsito, no mi identidad”.

  4. Antes de dormir: rutina de higiene del sueño + breve registro no dual: “El yo narrador se apaga, el cuerpo descansa, la conciencia permanece”.

La psicología cognitivo-conductual de última generación ya no es solo un conjunto de técnicas para modificar pensamientos y conductas. Es un entrenamiento integral que comienza en la fisiología y se expande en la conciencia. Su horizonte no es un yo más fuerte ni más coherente, sino un yo más flexible, humilde y expandido, capaz de surfear la ola de la vida con estabilidad corporal y libertad mental.



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