Equilibrio: el superpoder olvidado para el TDAH adulto
Cuando pensamos en ejercicio para mejorar el TDAH adulto, casi siempre imaginamos correr, pedalear o levantar pesas. Pero hay un terreno silencioso y fascinante que apenas aparece en las guías oficiales: el entrenamiento del equilibrio. Y sin embargo, cuidar el equilibrio es como actualizar el “sistema operativo” del cuerpo.
¿Qué tiene que ver el equilibrio con el TDAH?
Más de lo que parece. El equilibrio no es solo “no caerse”. En realidad es una función neurocognitiva compleja que integra:
El cerebelo (ese mini-cerebro de la parte trasera, maestro de la coordinación).
Los ojos y el sistema vestibular del oído interno.
La propiocepción, esa capacidad de saber dónde está tu cuerpo sin mirarlo.
En estudios con niños y adultos con TDAH se ha visto que el cerebelo y la integración sensorial suelen mostrar variaciones estructurales y funcionales. Eso se traduce en torpeza motora, dificultades de planificación motriz, problemas de coordinación ojo-mano o, simplemente, esa sensación de que “todo me cuesta un poco más organizarlo”.
En palabras simples: un equilibrio frágil puede ser el espejo físico de la desorganización mental.
Lo que dice la ciencia
Déficits de equilibrio y coordinación: meta-análisis recientes muestran que las personas con TDAH (niños y adultos) tienen más problemas en pruebas de postura estática y dinámica. El desequilibrio es más que físico: está ligado a las funciones ejecutivas.
Entrenamiento vestibular y cerebeloso: investigaciones en neurorehabilitación indican que mejorar el equilibrio activa redes prefrontales y favorece el autocontrol.
Ejercicio rítmico con balance (tai chi, yoga, danza, slackline) ha demostrado mejorar atención sostenida, regulación emocional y control inhibitorio en poblaciones con TDAH y ansiedad.
El cerebelo como modulador: algunos autores sostienen que ejercitar el equilibrio “entrena” la sincronización entre cuerpo y mente, reduciendo impulsividad.
Ejercicios de equilibrio que enamoran a los foros de TDAH
Caminar sobre una línea (o una acera estrecha). Más divertido si imaginas que es un puente sobre un río de lava.
Bola de Bosu o cojín inestable: ponerse de pie mientras lees un correo o escuchas un podcast.
Slackline: esa cinta que se tensa entre dos árboles. Es imposible aburrirse porque cada intento es distinto.
Tai Chi o Chi Kung: lentitud + balance + respiración → antídoto para la hiperactividad.
Bailes con giros (swing, salsa, lindy hop): equilibrio dinámico + música + placer.
Juegos de equilibrio loco: pararte en un pie mientras te cepillas los dientes, saltar sobre una pierna mientras dices las tablas de multiplicar.
¿Por qué es importante?
Porque el equilibrio integra sistemas. Y el TDAH no es solo falta de foco: es un cerebro que lucha por coordinar atención, emoción y acción.
Entrenar el equilibrio es entrenar la coordinación mental.
Obliga a estar en el presente. Nadie se mantiene en un pie mientras piensa en la factura de la luz.
Refuerza la confianza corporal. Muchos adultos con TDAH se sienten “desorganizados” no solo mental, también físicamente. Mejorar el equilibrio devuelve sensación de control.
Activa el cerebelo, que está conectado con áreas de planificación y lenguaje. Sí, hablar mejor y organizar ideas también empieza en los pies.
Una metáfora final
El equilibrio no es un estado fijo, es un diálogo continuo entre cuerpo y mundo. Así también vive alguien con TDAH: siempre recalibrando, siempre buscando su centro entre distracciones, impulsos y emociones intensas.
Por eso, entrenar el equilibrio no es aprender a quedarse quieto, sino a moverse con gracia en medio del desorden.
👉 Mi propuesta: antes de pensar en correr maratones, empieza por pararte sobre un pie durante 30 segundos al día. Quizás no cambies el mundo, pero sí la forma en que tu mente se sostiene en él.