Epistemología y neurodiversidad: cada constructivismo a su manera
La pregunta por la verdad nunca es inocente. ¿Qué significa decir que algo es real, verdadero, objetivo? Las respuestas han sido múltiples: desde el realismo que asume un mundo dado y estable, hasta los constructivismos que recuerdan que toda verdad depende de un observador, de un lenguaje, de una práctica. Sin embargo, cuando hablamos de neurodiversidad, la cuestión adquiere un matiz aún más provocador: ¿y si cada modo neurológico construye la verdad a su manera?
La verdad como construcción, pero no de la misma forma
El constructivismo nos enseña que no accedemos directamente a un mundo externo, sino a través de esquemas de percepción, lenguaje y cultura. No obstante, pensar en la neurodiversidad obliga a radicalizar esa intuición: no solo existen marcos culturales distintos, sino arquitecturas neurológicas distintas que hacen emerger realidades perceptivas y narrativas no equivalentes.
Un autista puede captar patrones invisibles para un neurotípico; una persona con TDAH puede percibir simultáneamente estímulos múltiples que otros filtran de inmediato; alguien con sinestesia literalmente oye colores o saborea palabras. No se trata de “errores de percepción”, sino de mundos construidos de acuerdo con lógicas cerebrales diferentes.
Constructivismos paralelos
Si aceptamos la pluralidad neurodiversa, entonces ningún constructivismo es universal. Cada sujeto —y cada comunidad— construye su verdad con las herramientas que tiene:
-
El constructivismo cultural (Berger y Luckmann) subraya que la realidad social se sostiene en instituciones y relatos compartidos.
-
El constructivismo biológico (Maturana y Varela) insiste en que todo conocimiento surge desde un sistema vivo que opera cerradamente en su autopoiesis.
-
El constructivismo neurodiverso, aunque aún no nombrado así, apunta a que cada configuración neurológica genera un modo específico de ordenar lo real, con sus sesgos, cegueras y privilegios perceptivos.
Todos son constructivismos, pero cada uno a su manera: ninguno agota la realidad, ninguno puede reclamar la última palabra.
Neurodiversidad como epistemología encarnada
La neurodiversidad no es solo una categoría clínica ni un movimiento político: es también una clave epistemológica. Nos recuerda que no hay una única manera de producir verdad. Lo que para unos es evidencia, para otros es ruido; lo que para unos es abstracción, para otros es intuición inmediata.
De ahí surge una ética de la escucha: validar la diferencia no solo como experiencia subjetiva, sino como fuente legítima de conocimiento. Reconocer que la verdad no es un bloque único, sino un mosaico vivo de perspectivas, cada una construida a su manera, desde su corporalidad, su memoria y su sensibilidad.
Una conclusión provisional
Decir que la verdad se construye “a su manera” no significa caer en el relativismo absoluto. Significa aceptar que no todos construimos de la misma forma, y que esas diferencias son valiosas. La epistemología de la neurodiversidad no busca un consenso único, sino un espacio donde múltiples verdades parciales puedan convivir, dialogar y expandirse mutuamente.
En ese sentido, la neurodiversidad nos devuelve al corazón mismo del constructivismo: no hay un mundo ya dado que simplemente descubrimos, sino un tejido de realidades en plural, que se entrelazan y se corrigen unas a otras. Cada mente, a su manera, está construyendo mundo.