El arte de motivar: cuando la confianza y el desafío hablan a cerebros distintos
En psicología del comportamiento hay una verdad incómoda: no todos nos movemos por los mismos motores emocionales. Lo que para una persona es gasolina, para otra puede ser freno. Por eso la frase que inspira a uno puede dejar indiferente —o incluso bloquear— a otro.
Piensa en dos oraciones simples:
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“Estoy seguro de que lo puedes hacer.”
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“No creo que seas capaz de hacerlo.”
Ambas hablan de la misma meta. Una acaricia la seguridad interna. La otra despierta el instinto de demostrar algo. Y aquí aparece la clave: son dos puertas distintas hacia la acción, y funcionan con mentes diferentes.
1. El camino de la confianza: “Estoy seguro de que lo puedes hacer”
Esta frase alimenta el sistema de seguridad interna. Para personas que funcionan mejor con apoyo y refuerzo positivo, la sensación de que alguien cree en ellas reduce ansiedad, abre espacio de exploración y activa la dopamina asociada a recompensa.
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¿Para quién funciona?
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Personas con TDA-H que ya luchan con autocrítica y necesitan seguridad externa para calmar ruido interno.
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Mentes sensibles que interpretan la presión como amenaza.
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Perfiles que avanzan mejor desde la conexión y el acompañamiento.
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¿Qué valores activa?
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Confianza, pertenencia, calma, curiosidad.
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Riesgo: Si se usa con quien necesita desafío, puede sonar vacío. El cerebro busca tensión, y sin ella no hay chispa.
2. El camino del desafío: “No creo que seas capaz de hacerlo”
Esta frase activa el sistema de competencia y demostración. Para algunas personas, la duda externa es una chispa de orgullo: “Ahora te voy a demostrar que sí.” Es el gatillo de la adrenalina y del enfoque en retos.
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¿Para quién funciona?
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Personas que convierten la presión en energía, que necesitan fricción para moverse.
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Perfiles competitivos, incluso consigo mismos.
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TDA-H que responde a la urgencia y a la sensación de reto inmediato.
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¿Qué valores activa?
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Desafío, superación, autonomía, logro.
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Riesgo: En alguien que necesita seguridad, puede ser devastador. El mensaje no se recibe como reto sino como confirmación de incapacidad.
3. El mapa motivacional: dos caminos, mismo destino
Lo interesante no es elegir una frase sobre otra, sino saber cuándo usar cada una y con quién. Esto requiere observar:
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¿La persona florece cuando se siente acompañada o cuando se siente desafiada?
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¿Responde mejor a la calma o a la tensión?
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¿Su motivación nace del “puedo” o del “te demostraré que puedo”?
En coaching y psicología organizacional, esta observación se convierte en herramienta poderosa: no motivamos desde lo que a nosotros nos sirve, sino desde lo que activa al otro.
4. Ejercicio práctico
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Piensa en una meta propia.
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Escucha ambas frases como si alguien te las dijera:
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“Estoy seguro de que lo puedes hacer.”
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“No creo que seas capaz de hacerlo.”
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Observa qué emoción aparece: calma, orgullo, ganas de demostrar, miedo, curiosidad.
Eso te dice algo sobre tu puerta de entrada motivacional.
5. Conexión con la neurodiversidad
En personas neurodivergentes, esto se vuelve aún más evidente. El TDA-H, por ejemplo, a veces necesita desafío para romper la inercia (urgencia, reto). Otras veces, necesita seguridad para calmar el ruido interno. El autismo puede requerir más la confianza clara que reduzca incertidumbre. La alta sensibilidad suele florecer con refuerzo positivo.
No es fórmula rígida: es mapa dinámico. La misma persona puede necesitar un tipo de frase un lunes y la opuesta el viernes.
Conclusión
La motivación no es una receta universal: es un lenguaje que se traduce al sistema emocional de quien tienes delante. Entre el “Estoy seguro de que lo puedes hacer” y el “No creo que seas capaz de hacerlo” hay un puente: escuchar al otro y elegir la puerta que lo active, no la que te funcione a ti.