Los límites del sentido común, que Kant puso en sus categorías, recuerdan a los límites que la sociedad suele imponer a la mente con TDAH: estructuras rígidas, expectativas lineales, caminos únicos para aprender o producir.
Hegel evidencia esas categorías en movimiento, mostrando que la razón progresa dialécticamente, saltando contradicciones, combinando elementos, creando síntesis; algo que se parece a la mente neurodivergente, que a menudo procesa múltiples ideas a la vez, genera conexiones inesperadas y resuelve problemas de formas no convencionales.
Heidegger, finalmente, lleva la dialéctica al plano existencial: sitúa la experiencia humana en el tiempo, con finitud y necesidades concretas.
Así, la neurodiversidad encuentra un paralelo: no se trata de “déficit” o “fallo”, sino de otra forma de estar en el mundo, de experimentar la realidad y de navegar entre ideas, emociones y estímulos de manera relacional, combinatoria y sensible al contexto. Ninguno de estos filósofos niega al anterior; cada uno construye un suelo más complejo.
De igual manera, comprender la mente con TDAH requiere reconocer cómo opera sobre un terreno propio, donde los límites, las estructuras y la creatividad se entrelazan de formas que la visión lineal del sentido común apenas puede percibir.