lunes, junio 16, 2025

Cuando todo se explica y nada se siente: del exceso de narrativa al vacío de sentido

Por Jorge Orrego · Psicólogo y divulgador


“Nos estamos ahogando en relatos y muriendo de sed de significado.”

Vivimos rodeados de historias. Podcasts que nos explican lo que pasa, terapeutas que nos ayudan a reinterpretar el pasado, series que dramatizan nuestras emociones, marcas que nos venden un propósito, redes sociales que convierten cualquier gesto en relato público.

Y sin embargo, cada vez más personas —sobre todo aquellas con una mente inquieta, sensible o neurodivergente como en el TDA-H— sienten un cansancio profundo, una especie de saturación narrativa. Como si en este mundo hiperexplicado, hipercontado, hiperanalizado… ya no supiéramos qué sentimos de verdad.


El exceso de narrativa como forma de fuga

Narrar es humano. Desde siempre, contar historias ha sido nuestra forma de organizar la experiencia. Pero cuando todo debe tener una narrativa —una explicación, un marco, una lógica emocional o moral— la narrativa deja de ser un puente y se convierte en una muralla.

  • Ante el dolor, buscamos una narrativa que lo justifique.

  • Ante el vacío, una historia que lo llene.

  • Ante el fracaso, una interpretación que lo salve.

Pero a veces, lo que necesitamos no es otra historia, sino silencio. O cuerpo. O presencia.

Porque cuando narramos demasiado, podemos caer en una trampa:
convertir cada emoción en argumento, cada duda en diagnóstico, cada gesto en performance.


El caos como verdad que no cabe en palabras

Hay momentos en los que la vida es puro caos. No tiene estructura. No hay arco narrativo. No hay enseñanza.
Solo hay contradicción, incomodidad, ambigüedad.

Y está bien.
El problema es que no toleramos lo caótico. Entonces lo rellenamos con explicaciones.
Y eso, paradójicamente, nos aleja del verdadero sentido.

"Quería entender por qué me sentía así... y terminé más perdido aún."


El exceso de cálculo: cuando todo se planifica pero nada se vive

Otro síntoma paralelo es el exceso de cálculo:

  • Planificamos el día, el mes, el año.

  • Medimos pasos, calorías, productividad, ciclos.

  • Optimizamos cada decisión como si fuéramos una empresa.

Y aún así, nos sentimos vacíos.

Porque el cálculo sin sentido no produce presencia, produce simulacro.
Nos convertimos en gestores de nuestra vida, pero dejamos de habitarla.

Especialmente en las personas con TDA-H, este intento de controlar lo incontrolable —de crear rutinas perfectas, sistemas infalibles, mapas mentales exhaustivos— acaba en frustración. Porque la vida se escapa de los algoritmos, y el cuerpo no siempre quiere obedecer al plan.


Un mundo sin significado

En este panorama, la hiper-narración y el exceso de cálculo pueden convivir con una profunda sensación de sinsentido.

Todo está explicado… pero nada se siente real.
Todo está medido… pero nada está vivo.

Es como si estuviéramos narrando una película de nuestras vidas, pero sin estar en el set.


¿Cuál es la salida?

No se trata de abandonar la narrativa ni rechazar el orden. Se trata de reconectar con lo que no necesita explicación para tener valor.

  1. Volver al cuerpo
    ➤ Sentir el aire, moverse, respirar, sin necesidad de convertirlo en contenido.
    ➤ El cuerpo no necesita ser narrado: solo vivido.

  2. Habitar el caos sin huir
    ➤ A veces no entender es parte del proceso. No todo tiene que tener un para qué… al menos no ahora.
    ➤ El caos también es fértil.

  3. Recuperar el misterio
    ➤ No todo es material para podcast o análisis. Hay cosas que solo pueden vivirse en silencio, o compartirse en miradas.
    ➤ Recuperar lo sagrado no como religión, sino como lo que no se mide.

  4. Practicar la presencia sin guion
    ➤ Hacer cosas sin objetivo. Caminar sin contar pasos. Limpiar sin pensar en productividad.
    ➤ Estar por estar, como un acto de resistencia.


En resumen: no todo debe contarse, no todo debe entenderse

Narrar nos ayuda. Calcular nos ordena. Pero cuando estas herramientas se vuelven obsesivas, nos alejan del sentido que buscan preservar.

En este mundo saturado de relatos, de explicaciones, de estructuras…
Quizá lo más humano que podemos hacer es detenernos, quedarnos en silencio, mirar alrededor…

Y decirnos con honestidad:
“No lo entiendo todo. No tengo el control. No necesito tenerlo. Estoy aquí.”


Porque a veces, el verdadero sentido aparece solo cuando dejamos de buscarlo.
Y en lugar de otra historia,
lo que necesitamos es simplemente
estar.

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