Mirar el horizonte es una acción sencilla pero poderosa, que ha captado la atención de investigadores en neurociencia, psicología y filosofía por su efecto sobre el estado mental. Aunque pueda parecer solo una experiencia estética, observar un paisaje amplio y lejano tiene efectos medibles en el cerebro y la regulación emocional. Aquí te explico qué ocurre, sus beneficios psicológicos respaldados por estudios científicos, y cómo se podría integrar en un artículo titulado “Coaching TDA-H: el poder de mirar el horizonte”.
¿Qué pasa cuando miramos el horizonte?
Cuando dirigimos la mirada hacia el horizonte, se activa un sistema visual más amplio que favorece la visión panorámica, disminuyendo la actividad del foco atencional estrecho que se usa para leer o trabajar frente a pantallas. Este cambio tiene implicancias directas en el sistema nervioso autónomo:
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Se activa el sistema parasimpático, asociado con la relajación.
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Se reduce la actividad de la amígdala, lo cual disminuye la reactividad emocional.
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Se favorece la orientación espacial y la sensación de amplitud, lo que se traduce en una percepción subjetiva de mayor libertad o perspectiva.
Beneficios psicológicos comprobados
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Reducción del estrés:
Un estudio publicado en Health & Place (2016) mostró que mirar paisajes abiertos como el mar o el horizonte terrestre disminuye el cortisol, la hormona del estrés. -
Incremento del bienestar subjetivo:
Investigaciones de la Universidad de Michigan (Berman et al., 2008) encontraron que la exposición visual a entornos naturales, incluyendo vistas amplias, mejora el estado de ánimo y restaura la atención. -
Mejora de la atención sostenida:
Según Kaplan y Kaplan (1989), la Teoría de la Restauración de la Atención sugiere que entornos amplios y no estructurados, como un paisaje abierto, permiten que el cerebro reponga recursos atencionales agotados. -
Estimulación de la meta-cognición:
Algunos trabajos en psicología cognitiva han sugerido que el contacto con entornos vastos promueve pensamientos más abstractos y permite tomar distancia de preocupaciones inmediatas (Kross et al., 2012), abriendo paso a una perspectiva más reflexiva.
Cómo integrarlo en un enfoque de Coaching TDA-H
Un artículo titulado “Coaching TDA-H: el poder de mirar el horizonte” podría explorar cómo ciertas prácticas visuales simples pueden apoyar los procesos de autorregulación y enfoque en personas con TDA-H. Por ejemplo:
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Uso terapéutico de la mirada panorámica: Como técnica breve para recuperar el foco tras momentos de dispersión.
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Práctica diaria de “mirar lejos”: Incluir pausas programadas para observar el cielo, el horizonte o un punto lejano, como recurso para restaurar la atención.
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Anclaje emocional a paisajes amplios: Como parte de una técnica de grounding, vinculada a la autoobservación y regulación emocional.