El coaching como articulador clínico: TDAH, medicamentos y presión arterial en adultos
Un reciente metaanálisis publicado en The Lancet Psychiatry, liderado por el grupo de Samuele Cortese, ha vuelto a encender el debate sobre los efectos cardiovasculares de los medicamentos para el TDAH. En esta ocasión, el foco está puesto sobre los adultos, especialmente aquellos con hipertensión diagnosticada. El mensaje central es claro, aunque a menudo se malinterpreta cuando atraviesa el filtro de los medios de comunicación: sí, existen aumentos modestos en la presión arterial como efecto secundario de algunos medicamentos psicoestimulantes, pero en la mayoría de los casos, estos pueden ser monitoreados y manejados de forma segura.
El desafío no está solamente en los datos, sino en cómo estos se traducen a decisiones clínicas y cotidianas. El riesgo no es tanto la hipertensión misma, sino la falta de coordinación entre los distintos actores involucrados: pacientes, médicos de cabecera, especialistas en TDAH y, en un plano menos obvio pero no menos crucial, coaches y terapeutas que acompañan el proceso de adaptación del adulto con TDAH a su propio diagnóstico y tratamiento.
Aquí es donde el coaching para personas con TDAH se vuelve un eslabón clínico inesperado, pero poderoso. El rol del coach no es prescribir ni diagnosticar, sino ayudar a pensar, ordenar y clarificar los pasos que conectan la comprensión del diagnóstico con la vida cotidiana. Cuando el paciente se enfrenta a términos médicos complejos, a la ansiedad de iniciar (o no iniciar) un tratamiento farmacológico, o al temor de que su hipertensión se vea agravada, el acompañamiento reflexivo y práctico del coaching puede ser el lugar donde se restablece el puente entre el conocimiento médico y la acción cotidiana.
El metaanálisis de Cortese ofrece una herramienta para ese puente. Nos muestra que los medicamentos no deben ser demonizados, sino comprendidos. Que los riesgos cardiovasculares, aunque no despreciables, son gestionables cuando existe un enfoque colaborativo. Y que la medicina de familia, con su mirada integral y su cercanía con el paciente, no puede quedar fuera del diálogo.
En este escenario, el coach se convierte en un articulador. Puede ayudar al paciente a organizar sus preguntas antes de una consulta médica, a registrar sistemáticamente sus síntomas o efectos secundarios, a identificar cuándo un malestar físico merece atención y cuándo puede ser parte del proceso de ajuste. También puede colaborar con el médico de cabecera en la traducción práctica de las recomendaciones médicas, creando estrategias de autocuidado sostenibles y adecuadas al estilo de vida del paciente.
Frente a la complejidad del tratamiento del TDAH en adultos hipertensos, el mensaje no debe ser el alarmismo ni la simplificación. El mensaje correcto es: sí, hay riesgos, pero podemos gestionarlos si trabajamos juntos. Esa colaboración interprofesional —basada en la confianza, la transparencia y la escucha— es el verdadero núcleo de un enfoque contemporáneo y responsable del TDAH.
7 de abril de 2025
atencion.org