lunes, abril 07, 2025



Coaching para el TDA-H en movimiento: neurodiversidad, conexión y caminatas

En el contexto de la neurodiversidad, comprender y acompañar a personas con TDA-H implica abandonar las formas tradicionales de interacción centradas en la inmovilidad y el control conductual. El coaching para el TDA-H, en particular, se beneficia de una dinámica que integre el cuerpo, el entorno y el pensamiento simultáneamente. Caminar mientras se conversa —ya sea presencialmente o con cada quien en su propio trayecto, conectados por voz— permite integrar varios niveles de atención sin forzar la rigidez de una conversación sentados frente a frente.

Para una mente con TDA-H, la inmovilidad puede ser un obstáculo, no solo físico sino cognitivo. El movimiento rítmico de los pasos regula la activación, mejora la concentración y permite que las ideas fluyan de forma más espontánea. Mientras el cuerpo avanza, los pensamientos encuentran una cadencia. Esto no es sólo una metáfora: es un correlato fisiológico y neuropsicológico. Caminar estimula la producción de dopamina y favorece la autoorganización de los contenidos mentales, dos aspectos claves en los desafíos del TDA-H.

Pero no se trata solo de andar por andar. Se trata de aprovechar el movimiento como un escenario de resonancia: el coach y la persona con TDA-H no sólo comparten ideas, sino también un ritmo, una orientación, una forma de estar. La caminata conjunta permite que la conversación no sea solo verbal, sino también cinestésica. Y cuando están en diferentes ciudades, países o zonas horarias, cada quien puede caminar en su espacio, sincronizando el proceso mediante una simple llamada. Esa conexión, aunque digital, sigue respetando el flujo vital del movimiento.

Esta modalidad puede adaptarse a diversos objetivos del coaching: estructurar rutinas, revisar decisiones, reflexionar sobre patrones de conducta, planificar proyectos. El hecho de caminar reduce la ansiedad de la evaluación, y favorece la introspección sin sentirse observado. En lugar de una sesión tradicional con papeles, cuadros y formatos, se transforma en una conversación viva, orgánica, donde las distracciones se transforman en estímulos que se integran al proceso. Una bicicleta que pasa, un pájaro que canta, una piedra en el camino: todo puede volverse parte del discurso si el coach sabe leer y acompañar desde ahí.

En suma, caminar juntos —o sincronizados a la distancia— puede convertirse en una forma profundamente respetuosa y eficaz de hacer coaching con personas neurodivergentes. No como técnica auxiliar, sino como una vía principal de acompañamiento. No se trata de adaptarse para que funcionen los métodos convencionales, sino de encontrar formas que ya resuenen con su modo singular de estar en el mundo.




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