Refuerzos y probabilidad en el TDAH: más allá de lo positivo y lo negativo
Es habitual que en el lenguaje cotidiano se categoricen los estímulos como “positivos” o “negativos”, otorgándoles una suerte de valor intrínseco, como si existieran entidades externas con capacidad universal para motivar o desmotivar. Sin embargo, en términos psicológicos, esta clasificación es errónea. Lo que realmente importa no es la cualidad inherente del estímulo, sino su efecto probabilístico sobre la conducta.
En el estudio del comportamiento, particularmente en el contexto del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), el concepto de refuerzo no hace referencia a un objeto o evento con una cualidad moral o emocional fija, sino a su impacto en la recurrencia de una acción. Desde esta perspectiva, un refuerzo es aquello que, en función de la experiencia del sujeto, aumenta la probabilidad de que una conducta se repita en el futuro.
El refuerzo no es un estímulo, sino una relación
El refuerzo, en su definición operativa, no es una propiedad del estímulo en sí, sino una relación funcional entre un evento y la conducta de un organismo. Así, lo que para una persona con TDAH constituye un poderoso refuerzo positivo en un momento dado puede volverse irrelevante o incluso aversivo en otro. Esta variabilidad es una de las razones por las cuales los sistemas de motivación convencionales suelen fallar en este grupo.
Por ejemplo, un niño con TDAH puede completar una tarea con entusiasmo si sabe que luego podrá participar en una actividad emocionante (refuerzo positivo), pero también puede apresurarse a hacerlo simplemente para evitar la insistencia de un adulto (refuerzo negativo). En ambos casos, la probabilidad de que la conducta de completar la tarea se repita ha aumentado, pero por mecanismos distintos.
Motivación y sensibilidad al refuerzo en el TDAH
Uno de los hallazgos más relevantes en la investigación sobre TDAH es que las personas con este diagnóstico presentan alteraciones en la sensibilidad al refuerzo, lo que implica que no responden de la misma manera que los neurotípicos a los incentivos convencionales. Su sistema dopaminérgico, asociado a la anticipación de la recompensa, funciona de manera diferencial, lo que hace que los refuerzos tengan que ser más inmediatos, más intensos o más novedosos para generar el mismo impacto.
Desde esta perspectiva, estrategias motivacionales basadas en incentivos abstractos o diferidos en el tiempo (como la promesa de éxito académico a largo plazo) suelen ser ineficaces. En su lugar, es fundamental comprender los patrones de refuerzo individuales y ajustar el entorno para que favorezca la ejecución de tareas mediante estímulos contingentes y significativos para la persona.
Las cosas no tienen valor en sí mismas, sino en su relación con la experiencia
Para una persona, acostarse en el pasto y mirar las nubes puede ser una fuente de paz y tranquilidad; para otra, el mismo escenario puede evocar un recuerdo traumático. Hay quienes encuentran relajación en la música clásica y quienes solo logran desconectarse con el más intenso heavy metal. Un abrazo puede ser un gesto de consuelo para algunos y una invasión de espacio para otros. Un libro puede ser un escape fascinante o una tarea tediosa, dependiendo de la relación previa que se tenga con la lectura.
Estos ejemplos evidencian que ningún estímulo es universalmente positivo o negativo: todo depende de la historia de aprendizaje y de las asociaciones individuales que cada persona ha construido. En el caso del TDAH, comprender esta lógica no solo es clave para mejorar la motivación y el aprendizaje, sino que también nos obliga a abandonar enfoques rígidos sobre lo que “debería” funcionar y, en su lugar, adoptar una perspectiva más flexible y adaptativa.
En definitiva, si queremos entender la motivación en el TDAH, debemos dejar de pensar en términos de recompensas y castigos absolutos y, en su lugar, analizar qué condiciones aumentan o disminuyen la probabilidad de que una conducta ocurra. La clave no está en cambiar a la persona, sino en ajustar el entorno para que favorezca su manera única de interactuar con el mundo.