6. Las historias que nos contamos cambian nuestra química cerebral
Cada pensamiento, cada imagen mental, cada narración interna modifica el estado del cuerpo y del cerebro. La mente no distingue entre lo que ocurre en el mundo externo y lo que ocurre en la imaginación: si una historia es lo suficientemente vívida, desencadena respuestas emocionales y químicas reales.
Cuando alguien con TDAH se sumerge en una historia interna llena de preocupación, anticipando fracasos o recordando errores con culpa, su cuerpo responde con un aumento en los niveles de cortisol y adrenalina, activando el sistema de estrés. Si, en cambio, la mente se llena de imágenes de éxito, logro o simplemente de momentos placenteros, la química cerebral cambia: dopamina, serotonina y oxitocina entran en juego, promoviendo una sensación de bienestar, motivación y conexión.
Todas las emociones son válidas, pero algunas impulsan más que otras
Las emociones no son ni buenas ni malas; todas cumplen una función. El miedo protege, la tristeza permite procesar pérdidas, la ira señala límites. Pero dentro del amplio espectro emocional, hay un grupo de estados que aportan energía, vitalidad y un sentido de expansión. Son emociones que impulsan la acción, que generan movimiento y que facilitan la creatividad y la motivación.
Alegría, entusiasmo, gratitud, satisfacción, curiosidad, esperanza… estos estados activan redes neuronales asociadas al aprendizaje y al bienestar, y hacen que el mundo interno se sienta más habitable. No significa ignorar el malestar, sino reconocer que la forma en que narramos nuestra propia historia puede inclinar la balanza hacia estados que nos permitan avanzar con mayor fluidez.
Reescribir la historia para cambiar el estado interno
El poder de la narrativa es que puede modificarse en cualquier momento. Si una historia interna está generando bloqueo o angustia, cambiar el enfoque—buscar otro ángulo, introducir una nueva interpretación—puede transformar la experiencia emocional.
El coaching en TDAH ayuda precisamente a identificar qué tipo de relatos está construyendo la mente y cómo influyen en la química cerebral y en la conducta. Una misma situación puede verse como un fracaso paralizante o como una anécdota más en un camino de crecimiento. Y esa diferencia no es menor: puede definir si alguien se queda atrapado en la rumiación o encuentra la energía para dar el siguiente paso.
La historia que nos contamos no solo da forma a nuestra identidad, sino que también configura nuestro cerebro. Por eso, aprender a narrarla de una manera más útil es mucho más que un ejercicio mental: es una herramienta para transformar la experiencia cotidiana.