Las personas con TDAH pueden tener dificultades para
interiorizar sus emociones y para controlar la intensidad de las mismas
(autorregulación emocional). No se trata tanto de que las emociones que
experimentan sean inadecuadas como de que no son capaces de guardarlas para sí,
manifestándolas exteriormente con más intensidad y duración que sus iguales. El
resultado es una conducta inmadura, fácilmente alterable y con baja tolerancia
a la frustración y a la demora.
La marcada inmadurez y la gran dependencia emocional que
caracterizan a las personas con TDAH originan unas consecuentes conductas
también características:
En frecuentes ocasiones tratarán de llamar la atención de
los demás y no dudarán en ponerse en evidencia, haciendo payasadas o contestando
a la figura de autoridad de manera irreverente y/o desafiante.
Ante la perspectiva de un nuevo fracaso, harán todo lo
posible para no se les vea y, por ejemplo, mentirán antes que admitir que no
han terminado de hacer los deberes.
Su baja tolerancia a la frustración se traduce en irritación
e ira, manifestando su malestar dando patadas al aire y haciendo aspavientos
exagerados o contestando mal ante cualquier corrección del profesor/a, por
ejemplo.
La autorregulación de sus emociones y su comportamiento
responden más a los estímulos que reciben (dependencia emocional del entorno)
que a las reflexiones internas que pueden hacerse al analizar los
acontecimientos o al fijarse objetivos. Su dificultad para automotivarse hace
que dependan de las gratificaciones inmediatas que les proporcionemos ante
aquellas tareas que no les resulten atractivas, novedosas o que no conlleven
una pronta recompensa. Esta dificultad con la motivación interna hace que
parezcan carentes de autodisciplina, apariencia agravada por su dificultad para
interiorizar y seguir normas e instrucciones.
Su baja tolerancia a la demora de la gratificación y sus
dificultades para entender y manejar el tiempo provoca que sean personas
insaciables, no se rinden y todo lo quieren para ayer. Por este motivo y como
nota de humor, aconsejamos avisarles de acontecimientos gratificantes a escasos
minutos antes de que ocurran, si no queremos que nos acribillen a preguntas del
tipo cuánto queda, cuánto queda, cuánto queda...
Su incapacidad para automotivarse, también dificulta que
puedan analizar sus sentimientos y tomar las medidas necesarias que les ayuden
a salir de estados de ánimo negativos, como son la frustración, la tristeza o
la ansiedad.
El déficit en la autorregulación emocional afecta igualmente
a su nivel de activación. Tienen serios problemas a la hora de iniciar las
tareas encomendadas y mantener la actividad hasta su término, sobre todo, en
aquellas actividades aburridas, monótonas y repetitivas, evadiéndose en sus
propios pensamientos o en otros estímulos exteriores más gratificantes.
Estas dificultades emocionales les ocasionan una vivencia
llena de frustraciones y castigos, a lo que hay que añadir la crítica frecuente
y valoración negativa que realizamos sobre su persona y no sobre su
comportamiento inadecuado. Las consecuencias son un pobre autoconcepto, una
autoestima muy dañada y un mal ajuste social y personal.
La imagen que percibimos de las y los estudiantes con TDAH
es la chicas/os desmotivados, que no quieren esforzarse y que se muestran
indiferentes. Pero nada más lejos de la verdad: por el contrario, manifiestan
una necesidad y un deseo reales de agradar a los demás y de recibir una
aprobación social positiva por su comportamiento y por aquello que realizan.
Como hemos visto, son muy dependientes emocionalmente. Esto debe alertarnos a
la hora de marcarles objetivos, ya que se dirigirán a los nuevos retos con
mucha energía y ansiedad, aunque, por su sintomatología, decaerán según
transcurra el tiempo, lo que les enfrentará con muchas probabilidades a un
nuevo fracaso. Por eso, debemos ser realistas y fijarles unos objetivos a corto
plazo y que puedan ir cumpliendo de manera progresiva pero segura, de manera
que su autoconcepto y su autoestima positivas se vayan afianzando.
Consecuencia de la sintomatología es que puedan mostrar
fácilmente altos indicadores de ansiedad y estrés, aunque en apariencia tengan
una actitud indiferente y desmotivada que, en realidad esconde la impotencia de
hacer frente a sus dificultades. En algunos casos, por la continua presión que
reciben, esa ansiedad y estrés pueden convertirse en otros trastornos con
entidad propia asociados al TDAH.
Poco a poco, los aspectos emocionales van cobrando un mayor
protagonismo. Así, investigadores de la talla del Dr. Barkley reconocen su
relevancia como parte del trastorno a la altura de la inatención y de la
hiperactividad-impulsividad.
emociones
Analicemos más despacio estas características que nos
ayudaran a conocerlos mejor:
Baja autoestima:
Autoconcepto y autoestima están inevitablemente
relacionados. El autoconcepto es la imagen que la persona tiene de una misma.
La autoestima comprende la auto-convicción de ser eficaz, valioso/a y
reconocido/a por los demás. Tener una autoimagen positiva nos infunde seguridad
y confianza en nuestras capacidades. Ambos conceptos, dependen de la influencia
exterior, es decir, se forjan en gran medida en la opinión que los otros tienen
de nosotros. Si tenemos un autoconcepto negativo de nosotros mismos, de alguna
manera, nos auto-rechazamos y, dependiendo de la intensidad y vivencia de este
sentimiento, nuestro comportamiento puede terminar desembocando en conductas
agresivas e, incluso, destructivas.
Los niños, niñas y adolescentes con TDAH reciben con mucha
frecuencia y, en algunos casos, de manera casi constante, críticas negativas,
sermones, castigos y fracasos a nivel familiar, escolar y social: molestan,
interrumpen, pierden, olvidan, empujan, se esfuerzan, fallan, abandonan, se
frustran y no son capaces de analizar y solucionar sus problemas,
experimentando una permanente sensación de falta de autocontrol. Sin embargo,
parece que todo se lo echan a la espalda aparentando que no les importa...
La autoestima está en la base del desarrollo de la
personalidad, de la motivación, del rendimiento escolar y de las relaciones
sociales, es decir, está en la base de la adaptación al entorno. Es cierto que
algunos niños/as con TDAH muestran una autoestima auto-inflada, que no es otra
cosa que la forma de hacer frente a su pobre autoconcepto.
Evitar las críticas en público y practicar el refuerzo
positivo inmediato y frecuente son fundamentales para fomentar una buena
autoestima.
Depresión:
Los síntomas depresivos son también frecuentes en las
personas con TDAH, aunque hay que discernir si se tratan de síntomas más
relacionados con la desmoralización y la impotencia de no verse capacitados
para hacer frente a las exigencias escolares y sociales o, si se trata ya, de
un trastorno depresivo más grave, que acompaña al TDAH. La depresión como
trastorno implica tristeza crónica, una preocupación excesiva, aislamiento,
irritabilidad persistente, falta de energía, desmotivación e inapetencia para
realizar actividades habituales, dejadez, ideas de muerte recurrentes, etc. Si
creemos que pueda existir una depresión, lo recomendable es la atención sanitaria
y especializada de un profesional.
Ansiedad:
La pobre respuesta que las personas con TDAH tienen ante las
exigencias del entorno les hace susceptibles de padecer problemas de ansiedad y
estrés. Su difícil manejo del tiempo, su inatención, la dificultad para iniciar
las actividades de manera autónoma, su desorganización y el déficit de
planificación, etc., les convierte en personas lentas en la ejecución de las
tareas: por ejemplo, hacer los deberes, recoger su cuarto, realizar un examen,
ducharse o desayunar, y la presión que reciben del exterior propician la
aparición de síntomas ansiosos, pudiendo convertirse en severos trastornos de
ansiedad. El trastorno de ansiedad se caracteriza por experimentar
preocupaciones o temores persistentes, nerviosismo, aprensión, episodios agudos
de ansiedad y terror ante situaciones que la persona percibe como amenazantes,
peligrosas o que no puede controlar. En caso de sospecha de la existencia de
este trastorno, las y los pacientes deben ser tratados por profesionales
especializados.
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