sábado, diciembre 06, 2025

⭐ ENTREVISTA — La Contra

“La pelea entre Lacan y la PNL no existe… pero inventarla me ayuda a pensar mejor”

Conversación con Jorge Orrego, terapeuta sistémico-conductual que explora, con humor, dos outsiders de la psicología académica


—Jorge, tú dices que Lacan y la PNL se critican mutuamente, pero ahora me confiesas que esa pelea en realidad no existe. ¿Cómo es eso?

—Es que no existe.
Soy yo jugándome un juego mental.

Ni los lacanianos están pendientes de la PNL,
ni los de PNL se levantan por la mañana pensando en Lacan.
Es una rivalidad que nadie pidió.

Pero como últimamente me puse a estudiar PNL otra vez
—una disciplina que conocí en una época muy productiva—
y de pronto me topé con Lacan,
quise ver cómo chocaban esos dos mundos.

Y como no chocaban…
me inventé el choque.
Por deporte intelectual.


—Entonces es una polémica imaginaria.

—Exacto.
Un teatro dialéctico.

No existe en la realidad,
pero sirve para pensar.

Yo estoy poniendo a dialogar dos modelos que jamás se han peleado,
dos outsiders de la psicología académica
que casualmente representan extremos casi poéticos:

✔ La PNL:

práctica, visual, auditiva, kinestésica,
con sabor a éxito empresarial de los 90,
y una capacidad sorprendente para producir cambios rápidos.

✔ Lacan:

filosófico, denso, literario, trágico, enigmático,
casi un París mental donde el inconsciente sirve café fuerte.

Son dos orillas que no se visitan entre sí…
así que me pareció divertido construir el puente.


—¿Y no te preocupa inventarte un conflicto que no existe?

—No, porque no lo invento para pelear.
Lo invento para comprender mejor.

La fricción —aunque sea imaginaria— ilumina los bordes.
Te obliga a ver qué aporta cada disciplina.

Además, en psicología necesitamos más imaginación.
Demasiada solemnidad mata la curiosidad.


—¿Y qué aporta esta ficción sobre la supuesta pelea?

—Me permite ver con más claridad algo importante:

✔ Ni Lacan ni la PNL son parte de la psicología académica basada en evidencia.

Ambas son outsiders elegantes.

La academia las mira con distancia:
demasiado filosófica una,
demasiado empresarial la otra.

Pero en la práctica clínica, ambas tienen algo que funciona,
aunque sea por caminos muy distintos.


—Hablemos de esas diferencias inventadas. ¿Cómo interpretaría la PNL a un lacaniano?

—Diría que el lacaniano no es profundo:
respira profundo.

Que cuando se enfrenta a un texto difícil,
entra en un estado corporal que la PNL reconoce de inmediato:

  • respiración lenta,

  • mirada hacia abajo,

  • cuerpo inmóvil,

  • voz baja y ritualizada.

Para la PNL, eso es kinestesia disfrazada de abismo ontológico.

Y tiene un punto:
parte de la experiencia lacaniana es postural, rítmica, sensorial.


—¿Y cómo interpretaría Lacan a la PNL, si es que lo hiciera?

—Como superficialidad organizada.
Como un conjunto de herramientas que funcionan,
pero sin un “sujeto” detrás.

Algo así como:

“Ustedes prometen cambio,
pero no explican quién es el que cambia.”

Lacan vería a la PNL como una coreografía elegante sobre un escenario sin profundidad simbólica.

Y también tiene un punto.


—Pero tú dices que te sirven ambas. ¿Cómo?

—Porque yo no soy ni lacaniano ni PNLero.
Soy sistémico-conductual-narrativo-cognitivo.
Soy hijo del:

  • aprendizaje,

  • contexto,

  • práctica,

  • acción,

  • regulación,

  • narrativa,

  • y sentido práctico.

Desde ahí, puedo mirar estos dos mundos sin necesidad de defenderlos ni rechazarlos.

La PNL me da herramientas concretas.
Lacan me da preguntas profundas.

Juntos crean algo precioso:
acción con sentido
y
sentido que no paraliza.


—Entonces, ¿qué gana la gente si el terapeuta hace estas mezclas?

—Gana un terapeuta que:

✔ entiende el cuerpo (PNL),

✔ entiende el deseo (Lacan),

✔ entiende el aprendizaje (conductual),

✔ entiende la historia personal (narrativo),

✔ y entiende el contexto (sistémico).

Una persona es todo eso a la vez.
¿Por qué la terapia debería ser menos?


—Una última frase, Jorge. Una de esas que dejan pensando.

—Va esta:

“La pelea entre Lacan y la PNL no existe,
pero inventarla me ayuda a ver que cada uno tiene lo que al otro le falta…
y que yo, desde lo sistémico, puedo usarlos a ambos sin pedirles permiso.”




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