martes, noviembre 04, 2025

🧭 De la palabra al hábito: evolución de la Psicología del Coaching

Por un momento imaginemos que la mente humana es un sistema vivo de historias, hábitos y cuerpos en movimiento. La historia del coaching psicológico podría narrarse como el viaje de Occidente desde la palabra mágica hacia el músculo consciente, desde el discurso del cambio hasta la biología del cambio.

1. Los orígenes: la Programación Neurolingüística (PNL)

En los años 70, Richard Bandler y John Grinder intentaron descifrar qué hacía que algunos terapeutas fueran extraordinariamente eficaces. Así nació la PNL, un modelo que proponía que el lenguaje estructura la experiencia y que, cambiando los patrones lingüísticos y perceptuales, puede cambiar la conducta.
Aunque criticada por su falta de base empírica, la PNL aportó algo crucial: la idea de que la mente es programable, y que el cambio puede diseñarse a través de estrategias observables. Fue el primer puente entre psicología aplicada, comunicación y aprendizaje acelerado.

2. El Coaching de Vida: la psicología popular del cambio

En los 90 y 2000, el coaching de vida tradujo la PNL y la psicología humanista en un lenguaje accesible y motivacional. Su foco no era curar sino potenciar: metas, valores, bienestar.
Este movimiento democratizó herramientas de autoconocimiento, aunque muchas veces diluyó la profundidad terapéutica. No obstante, sembró una convicción poderosa: todos podemos rediseñar nuestras narrativas vitales.

3. El Coaching Ontológico: lenguaje, ser y acción

Inspirado en la filosofía existencial y en la lingüística de Austin y Searle, el coaching ontológico (Echeverría, Flores) propuso que el lenguaje no solo describe la realidad: la crea.
El cambio ya no dependía solo de las creencias, sino de la forma en que uno se declara ante el mundo. “Somos los mundos que generamos al hablar”. Este enfoque acercó el coaching a la ética, la responsabilidad y la coherencia del ser.

4. Las terapias sistémicas y breves: la mirada relacional

Mientras tanto, en el campo clínico, la terapia sistémica (Bateson, Watzlawick) introdujo una revolución epistemológica: la persona no es un ente aislado, sino un nodo dentro de redes de interacción.
La terapia breve centrada en soluciones (de Shazer, Berg) destiló esta visión en una pregunta esencial: ¿Qué funciona ya? En vez de explorar causas, se investiga el presente que sí da resultados. Esto impregnó al coaching con una orientación pragmática: el cambio ocurre cuando dejamos de explicar y empezamos a experimentar.

5. La terapia narrativa: desarmar las historias inútiles

Con Michael White y David Epston surgió la terapia narrativa, que entiende la identidad como un relato en constante edición.
El coaching integró esta visión para trabajar las historias inútiles: narrativas de carencia, culpa o impotencia que limitan la acción. El proceso consiste en externalizar el problema (“no soy el problema, tengo un problema”) y reescribir la historia desde el protagonismo y la posibilidad.

6. La cognitivo-conductual: exposición, hábitos y cuerpo

La terapia cognitivo-conductual (TCC) trajo rigor empírico y método. Su énfasis en la exposición y la repetición conductual devolvió el cambio al terreno del cuerpo.
Los avances en neurociencia mostraron que la plasticidad neuronal se consolida con la práctica, no con la comprensión. Así, los nuevos hábitos —sueño, ejercicio, respiración, foco— se volvieron la base biológica del coaching psicológico: sin cuerpo, no hay transformación sostenible.

7. Síntesis: del discurso a la biología del cambio

Hoy, la Psicología del Coaching integra estos caminos. La palabra sigue siendo semilla, pero el terreno fértil es el cuerpo. La neurociencia confirma lo que la sabiduría práctica intuía: no se cambia pensando diferente, sino actuando diferente hasta pensar distinto.
La historia del coaching es, en el fondo, la historia de cómo aprendimos a conversar con nuestro sistema nervioso, a través del lenguaje, la acción y el descanso.


🌱 Epílogo: el sistema aprende

El futuro del coaching no está en prometer transformación instantánea, sino en comprender los ritmos del sistema humano.
Dormir bien, moverse, exponerse a lo que se teme, hablar con precisión, construir relatos útiles y actuar con coherencia… son distintas puertas hacia el mismo lugar: una mente encarnada que aprende a vivir en presente.



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