lunes, octubre 20, 2025

Prólogo: El laboratorio secreto

Soy científico.
Mi misión inicial era clara y aséptica: una investigación de biblioteca, un estudio comparado sobre los efectos cognitivos del movimiento rítmico, la coordinación y la danza social.

Pero lo que comenzó como un proyecto académico se transformó —sin aviso— en una investigación participante.
Para comprender el fenómeno, tuve que infiltrarme, pasar por uno de ellos: los que bailan.
Fue así como, sin planearlo, crucé la frontera del observador neutral y entré al laboratorio más sorprendente que haya conocido: una escuela de Swing.

Ahí todo cambió.
La hipótesis se volvió carne.
El experimento me tomó como sujeto.
El método se deshizo en música.

Lo que encontré no fue solo un grupo de personas moviéndose al ritmo del jazz. Descubrí una fórmula: un conjunto de variables corporales, emocionales y cognitivas que, combinadas, generan efectos psicoactivos naturales.
El baile como neuroestimulante.
El ritmo como terapia cognitiva.
La conexión como inteligencia coral.

Los “efectos secundarios” son extraordinarios:

  • Incremento de la memoria y la atención.

  • Tolerancia creciente al estrés.

  • Neuroplasticidad, empatía, creatividad, sentido de pertenencia.

  • Un flujo emocional que recuerda a los estados místicos, pero se alcanza sin dogma, sin fe previa, solo respirando y moviéndose.

El problema —si se le puede llamar así— es que investigar este fenómeno te cambia.
La distancia del científico se disuelve.
La hipótesis se vuelve experiencia.
El experimento te incluye.

Hoy no puedo afirmar si sigo siendo el investigador o si me convertí en el objeto de estudio.
Lo que sí sé es que, entre giros, risas y compases, he encontrado el mejor laboratorio para estudiar la mente humana en acción: el laboratorio de la danza social.

Y este libro es mi intento de descifrar su fórmula.




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