lunes, marzo 24, 2025

Coaching y TDAH: Entre la Ilusión de la Libertad y las Nuevas Determinaciones

Durante siglos, la idea de la libertad individual fue el eje de nuestra identidad. Creíamos tomar decisiones autónomas, hasta que la ciencia nos mostró que estábamos sujetos a innumerables leyes biológicas, psicológicas y socioculturales que condicionaban nuestro comportamiento. La neurociencia reveló que el libre albedrío era más una sensación que una realidad tangible: impulsos eléctricos en el cerebro preceden nuestras decisiones conscientes, nuestra atención es moldeada por mecanismos evolutivos y nuestros estados mentales dependen de factores químicos y estructurales.

Ahora nos enfrentamos a un nuevo tipo de determinismo: el de la inteligencia artificial y los sistemas digitales que operan más allá de nuestra comprensión inmediata. En el caso del TDAH, esta transición es aún más pronunciada. Si antes el diagnóstico y el tratamiento dependían de la observación clínica y la introspección, hoy emergen herramientas que analizan patrones de comportamiento con una precisión imposible para la mente humana. Algoritmos que detectan tendencias atencionales, modelos predictivos que sugieren estrategias personalizadas, dispositivos que monitorean nuestra actividad neuronal en tiempo real: cada uno de estos avances redefine la manera en que entendemos y abordamos el trastorno.

El coaching para personas con TDAH se encuentra en una encrucijada. Tradicionalmente, ha sido una práctica centrada en la autoobservación, la planificación y el desarrollo de estrategias adaptativas. Pero en un entorno donde la inteligencia artificial puede ofrecer soluciones hiperpersonalizadas, la pregunta es si el coaching seguirá siendo un proceso humano o si será absorbido por asistentes virtuales capaces de optimizar la atención y la motivación con un nivel de precisión imposible para un ser humano.

La paradoja es evidente: cuanto más avanzamos en la comprensión de nuestras limitaciones cognitivas, más dependemos de sistemas que toman decisiones por nosotros. Si antes nos liberábamos de la ignorancia mediante el conocimiento, ahora corremos el riesgo de delegar nuestra autonomía a mecanismos digitales que ni siquiera vislumbramos.

¿Seguiremos creyéndonos libres mientras delegamos nuestras elecciones en sistemas que nos entienden mejor que nosotros mismos? ¿O encontraremos una forma de convivir con esta nueva determinación sin perder nuestra humanidad?




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