Coaching TDH, ¿todo es guerra, dominio y fuerza?
En el ámbito del coaching, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) ha generado un espacio complejo de debate. Al tratarse de una condición que involucra dificultades en la concentración, la impulsividad y la hiperactividad, muchos enfoques terapéuticos intentan "normalizar" a quienes lo padecen, enfocándose en la disciplina, el autocontrol y la lucha constante contra los síntomas. Sin embargo, cabe preguntarse si este enfoque tan bélico y de confrontación constante es el más adecuado para quienes viven con el TDAH. ¿Es necesario luchar contra la propia naturaleza de la mente o, por el contrario, se puede cultivar un enfoque más integrador, que valore las particularidades del cerebro neurodiverso?
El concepto de guerra y dominio es algo que parece impregnar muchas de las metodologías de coaching orientadas al TDAH. La idea de "luchar" contra la distracción, "superar" la impulsividad, o "imponer" estructuras estrictas puede parecer atractiva, pues promueve una visión de auto-manejo que impulsa a la persona a adaptarse a los modelos sociales convencionales. Sin embargo, en este enfoque, la fuerza y el dominio sobre uno mismo se entienden como sinónimos de éxito, mientras que los desafíos y las dificultades se ven como obstáculos que deben ser aplastados.
Este modelo de coaching, que apela a la agresividad interna como motor de cambio, se enfrenta a una pregunta fundamental: ¿Es posible que la imposición de normas rígidas sobre una mente naturalmente más flexible, dispersa y creativa sea realmente eficaz? Aunque el establecimiento de rutinas y la disciplina pueden ser útiles en algunos contextos, tratar al TDAH exclusivamente desde un marco de guerra contra los síntomas puede desconocer los matices de la condición.
La neurociencia muestra que las personas con TDAH tienen una estructura cerebral diferente que afecta a su capacidad de concentrarse en tareas que no les resultan intrínsecamente atractivas. Esto no significa que carezcan de habilidades o potencial, sino que su forma de procesar la información y de interactuar con el mundo es inherentemente distinta. Ignorar estas diferencias y tratar de forzarlas a encajar en un molde puede resultar, no solo ineficaz, sino también dañino a largo plazo, ya que se puede minar la autoestima y la confianza en la persona afectada.
En lugar de fomentar una lucha constante, un enfoque más holístico y comprensivo podría centrarse en trabajar con las fortalezas inherentes al TDAH. La creatividad, la habilidad para pensar de manera no lineal, la alta energía y la capacidad de adaptarse a situaciones cambiantes pueden ser aspectos valiosos de la neurodiversidad. El coaching, en este contexto, debería orientarse a ayudar a la persona a reconocer y aprovechar estas fortalezas, mientras que se buscan estrategias para gestionar los desafíos de manera eficaz y respetuosa.
El coaching para el TDAH puede ser profundamente transformador si se orienta hacia la aceptación y la autocomprensión, en lugar de buscar la imposición de un modelo de "normalidad". En lugar de encasillar la mente neurodiversa en un esquema de guerra y control, el enfoque debería ser uno de colaboración con la mente misma, trabajando con sus ritmos y particularidades, y no en su contra.
De este modo, el coaching que se ofrece a las personas con TDAH debe trascender la mera lucha contra los síntomas. Es posible que, a través de un enfoque más flexible y adaptado, se pueda promover el bienestar, sin recurrir a la confrontación constante, sino más bien al entendimiento profundo y a la creación de estrategias que potencien las capacidades y fomenten una vida más plena.
Marzo 2025.