Decir TDAH es sinónimo de polémica. Entre los que consideran
que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad no existe, los que
aseguran que está sobre diagnosticado o le echan la culpa a las nuevas
tecnologías y los que se manifiestan absolutamente en contra de la medicación,
las redes arden cada vez que alguien se atreve a escribir algo sobre el TDAH.
Corren por el universo cibernético muchos mitos sobre el TDAH. La mayoría de
ellos falsos. Tenga una cosa clara, si el TDAH ha entrado en su casa, lo mejor que
puede hacer es atender los consejos de su médico o psicólogo y no dejarse llevar por los
mitos que rodean a este trastorno.
Pero, ¿qué es el TDAH? Se trata de un trastorno neurobiológico
originado en la infancia que implica un patrón de déficit de atención,
hiperactividad y/o impulsividad, y que en muchas ocasiones está asociado con
otros trastornos comórbidos. Aproximadamente el 30% de los niños con TDAH
tiene, además, un trastorno del aprendizaje (antes llamado discalculia,
dislexia, disortografía…) lo que les convierte en bombas de relojería durante
la etapa escolar. Suelen ser tachados de vagos y pasotas, además, muchos de
ellos son víctimas de bulling por parte de sus compañeros. Comprender a un TDAH
resulta complicado incluso para aquellos que conviven con uno.
Más de 100 expertos en Psiquiatría y Psicología han expuesto
en Pamplona las principales novedades sobre el TDAH
Más de 100 expertos en Psiquiatría y Psicología del niño y adolescente
han expuesto en Pamplona las principales novedades y puntos clave en el
tratamiento e intervención del Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad, en el marco de la XI Jornada de Actualización en Psiquiatría
Infantil y Adolescente.
El objetivo de la jornada fue poner en común conocimientos
para ofrecer una visión integral y avanzar hacia una actuación más coordinada.
“Lo que pretendemos es aportar una visión unificadora del diagnóstico y
tratamiento del TDAH”, explica el doctor César Soutullo, director de la Unidad
de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra.
“En la edición de este año nos hemos centrado en la parte
biológica (imagen cerebral), pero además hemos realizado una valoración de los
tratamientos que muestran mejores resultados para hacer frente a esta
patología”, matiza Soutullo. Las conclusiones a las que han llegado son las
siguientes: “Respecto a la medicación lo que mejor funciona son los
estimulantes (lisdexanfetamina y metilfenidato, por este orden) y luego los no
estimulantes (guanfacina y atomoxetina, por este orden)”. Además, para un TDAH
resulta primordial la terapia, “trabajar la parte cognitiva-conductual”.
Respecto a las dietas, “la eliminación de colorantes artificiales puede ayudar algo.
No ayuda nada o casi nada añadir Omega 3 o eliminar los azúcares y lo que sí
que parece que da resultado es la dieta mediterránea”.
Isabel Orjales, doctora en pedagogía y Máster en Educación
Especial explica que el diagnóstico del TDAH “requiere cumplir unos criterios
clínicos: intensidad desajustada respecto a la edad, cronicidad en los
síntomas, descartar que se explique su aparición únicamente por situaciones
ambientales u otros trastornos, interferencia/desadaptación en algún área de su
vida. Además debe haber un buen diagnóstico diferencial. Eso exige tiempo con
la familia y el paciente y un equipo en el que, por lo menos, exista una
valoración médica y psicoeducativa”.
La sintomatología que presenta se puede confundir con
comportamientos de niños sanos con falta de límites educativos
Por eso, cuando surgen por las redes vídeos en los que se
culpabiliza a las nuevas tecnologías de ser las causantes de este trastorno,
los especialistas se llevan las manos a la cabeza. “Ahora es el móvil el que va
a tener la culpa. Este trastorno está descrito desde 1902… ¡cómo va a ser por
el móvil! Que el móvil distrae, seguro, pero entre tener móvil o un bombardeo a
lado en la II Guerra Mundial, distrae más lo segundo. Creo que la gente
idealiza el pasado. Eso de que las generaciones nuevas van más deprisa,
estudian menos, leen menos y son menos respetuosas con sus mayores se lleva
diciendo desde Sócrates”, aclara Soutullo.
En la mayoría de los estudios, el TDAH tiene una incidencia
entre el 5 y 7% de los niños en edad escolar. La cifra no varía mucho en los
diferentes países del mundo. Eso supone una afectación importante
(aproximadamente 1 niño por aula de 25 alumnos). “Sólo hace falta calcular
respecto al número de alumnos y aulas de un colegio para ver que no parece que
esté sobrediagnósticado, como acusan algunos. Sí puede haber casos de malos
diagnósticos, basados en poca información, pobre y/o incompleta. La mayoría de
los estudios indican tasas de tratamiento que no llegan al 2-3%, es decir, sólo
la mitad de los TDAH están tratados. Es cierto que ahora se diagnostica más,
pero es que antes casi no se diagnosticaba, y ahora estamos algo mejor, o menos
peor”, se lamenta Soutullo.
Falsos mitos sobre el TDAH
El problema con el TDAH es que la sintomatología que
presentan los niños: inmadurez en el funcionamiento ejecutivo, hiperactividad e
impulsividad se traducen muchas veces en comportamientos más frecuentes en
niños sanos con falta de límites educativos. Eso hace que se tema por falsos
positivos (niños diagnosticados con TDAH que no lo son). “Este es un ejemplo de
la necesidad que tenemos de formar e informar sobre el TDAH. Hoy por hoy no
contamos con un test que identifique un marcador biológico (un test genético,
los resultados de una prueba neurológica, etcétera) que sirva para discriminar
claramente quien tiene o no tiene TDAH. Pero tampoco lo hay para la depresión
ni la dislexia y sabemos que existe y que con tratamiento se obtienen mejoras”,
añade Orjales.
El diagnóstico se hace con entrevista clínica a los padres y
al niño, cuestionarios, exploración física para descartar problemas de visión,
audición u otros problemas médicos. Se hacer analíticas (para descartar anemia,
hipotiroidismo, hierro bajo…), test de inteligencia y de atención, y también se
debe utilizar la información de los profesores con cuestionarios o entrevistas.
“No es necesario realizar ni resonancias ni electroencefalogramas, se hacen si
se sospechan otros problemas. Lo más frecuente es diagnosticarlo entre los 5 y
los 8 años, puesto que si son más pequeños es difícil de diferenciar los
síntomas del niño con desarrollo normativo”, recalca Soutullo.
Falta de autocontrol
Muchos TDAH son impulsivos, no piensan en las consecuencias
y tienen reacciones terribles en los momentos más insospechados. Además de los
menores, los familiares también necesitan tratamiento psicoeducativo y
formación específica. “Los padres deben saber que, independientemente de las
variaciones propias del temperamento de cada niño, tienen un hijo más difícil
de educar y que no valdrá que sean padres tipo medio. Deben ser cuasi
profesionales en educación y psicología de la conducta y para ello deben
recibir asesoramiento, formación. Un niño con TDAH es, muchas veces, una mezcla
explosiva de simpatía, energía, inmadurez en el autocontrol, entusiasmo,
disfrute, falta de regulación emocional, inteligencia e intuición. Un niño con
TDAH puede hacer una observación propia de un niño dos años mayor a la vez que
reaccionar con la pataleta de un niño dos años más pequeño simplemente porque
mamá olvidó llevarle el bocadillo al recogerle del colegio”, describe el
doctor.
Los niños y los adultos con TDAH viven la vida con
intensidad, quizá por encima de sus posibilidades
Los problemas más habituales que se observan en un TDAH son
los derivados de un funcionamiento ejecutivo inmaduro (a veces hasta 2 años por
debajo de la edad cronológica), aumento de la fatiga en tareas que exigen
atención sostenida (las explicaciones en clase, por ejemplo) con la
consiguiente pérdida de información, trabajo muy lento e inconstante
(dificultades para terminar tareas y exámenes), inmadurez en la automatización
de los procesos implicados en la lectura (con dificultades para derivar
recursos para procesos complejos como la comprensión lectora o la aplicación de
las reglas ortográficas al tiempo que se hace un dictado), procesamiento
impulsivo de la información escrita con pobres estrategias de actuación
(errores en la interpretación de las preguntas de examen que han estudiado o al
leer enunciados matemáticos), etcétera.
No todo es negativo. Los niños y los adultos con TDAH viven
la vida con intensidad, quizá por encima de sus posibilidades. Pueden llegar a
tener potenciales increíbles para la ayuda al prójimo, la música, las
actividades deportivas, la pintura, la poesía, etcétera. Si son capaces de
reestructurar sus talentos pueden llegar a ser los mejores deportistas (Michael
Phelps, Simone Biles), artistas (Mozart) o los más grandes y audaces
empresarios (Steve Jobs). Llegarán donde nadie ha podido llegar.
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