La incomprensión: El verdadero trastorno del Déficit de
Atención y la Hiperactividad
Carlos J. de Pedro
Se puede hablar mucho sobre el Trastorno por Déficit de Atención
e Hiperactividad, pero la gente de la calle, ni siquiera nuestros allegados más
cercanos, nunca entenderá realmente qué es mientras médicos, psiquiatras,
prensa, asociaciones, editoriales, comercios, etc. lo sigan tratando como 1) un
asunto “de niños” y 2) un asunto educativo o pedagógico.
Un “niño hiperactivo” no es un niño inquieto, revoltoso,
rebelde, pasota, lleno de energía, despistado, etc. sin más, sino un niño con
cierta condición cerebral al que le resulta imposible estarse quieto o terminar
los deberes del cole, por más que se le pretenda convencer.
De forma idéntica, un adulto con TDAH (que a ver cuándo
muchos se empiezan a enterar: sí, también existe) no es una persona olvidadiza,
despistada o irresponsable sin más, sino una persona a la que esa condición
cerebral le impide (o le implica grandes obstáculos) realizar ciertas funciones
ejecutivas en su corteza prefrontal:
No es que un adulto con Déficit de
Atención no se proponga de forma lo suficientemente seria cosas como esforzarse
mentalmente, procurar recordar lo que acaba de oír, o terminar lo que empieza,
sino muy al contrario, las personas con TDAH sufrimos algo parecido a un
“pequeño -y a veces no tan pequeño- estrés permanente” en buena medida porque
precisamente estamos todo el santo día forzando nuestra mente.
No tenemos falta
de atención porque no nos esforcemos, sino que nos cuesta horrores
concentrarnos incluso cuando lo pasamos fatal intentando conseguirlo. Para
cuando alguien me insiste en intentar recordar qué tenía que hacer esta tarde,
yo ya llevo un buen rato sintiéndome frustrado, sin conseguirlo. No necesito
más exámenes ni ejercicios mentales; gracias.
Me he encontrado con situaciones en las que se me “invitaba”
a abandonar mis notas y calendarios, cuando no una clara obligación a
prescindir de ellos, con el pretexto de que “así ejercitas la mente” o
sencillamente porque “no queda bien de cara a la gente”. Estas personas no
comprenden que rodearnos de agendas y listas de tareas no es una manía de
nuestro Trastorno, sino un apoyo que necesitamos y que nos ayuda a no sentirnos
unos completos inútiles.
Habiendo conocido lo que es el Trastorno ya como
adulto, me resulta curioso recordar las muchas veces siendo joven que se me
negaba ese apoyo externo. Claro, entonces uno no era TDAH, sino “un poquito
lento”, que era la forma diplomática de considerarme un zoquete que pasaba de
estudiar porque le daba la gana. ¡Oh, sí, me encantaba suspender exámenes y
repetir cursos!
Y es que socialmente no está del todo bien visto -con toda
la razón del mundo- ser despistado, torpe, lento, distraído, dejado,
olvidadizo, procrastinador… Lo que no se suele tener en cuenta es que la gente
con TDAH no es que no se esfuerce en evitar dichos comportamientos, sino que
cae en ellos incluso esforzándose y dándose cuenta: De ahí buena parte de la
ansiedad.
Pedir a un TDAH que no dependa de sus agendas, calendarios,
recordatorios, o no dejarle cambiar de ambiente cada poco rato,
comprometiéndole a pasar una tarde entera en un mismo sitio -incluso cuando es
un lugar agradable y sosegado- es como pedirle a un ciego que “se esfuerce” en
arreglárselas sin el bastón o el perro, o como pretender que un músico
interprete una sinfonía que acaba de conocer sin facilitarle la partitura.
Además, la discronía -la percepción distorsionada del tiempo- hace que para
nosotros, pasar muchas horas en el sofá delante de la tele nos aburra
desesperadamente en lugar de ser una oportunidad para no hacer nada,
desconectar, relajarse…
Para un TDAH, no hacer nada puede ser tan agobiante
como para un niño superdotado hacer dibujitos de primaria: No soy un amargado
ni un maleducado; es que ni lo puedo evitar ni tengo por qué. Vamos a hablar
claro de una vez: ¿Por qué si una persona es alérgica al polen, no se la obliga
a estar en un parque en primavera y a joderse, pero cuando una persona tiene
Déficit de Atención sí se siente forzada a recordar, cumplir, planificar,
callarse, sentarse, organizarse, etc.? Me recuerda a la gente que sufre fobias.
Si tienes colesterol, debes tratarlo porque es malo y estás enfermo, pero si
tienes un pánico insoportable a -por ejemplo- los gatos… eres un tío raro con
manías y tonterías.
¿Por qué unos casos son respetables y otros no? Cuando digo
que tengo problema de atención, NO me refiero a que soy “despistado”. Cuando
digo que soy hiperactivo, NO me refiero a que soy “inquieto”.
No quiero
sentirme orgulloso de ser TDAH. No me hace gracia ser TDAH. Si insisto en que
la gente comprenda un poco mejor cómo funciona nuestro cerebro, es para ganar
visibilidad y comprensión, exista una noción más cercana a la realidad sobre el
Trastorno, y poco a poco existan avances científicos. Porque está claro que
muchos médicos tienen mucho que aprender.
No, señor psiquiatra, no necesito
Rivotril y convertirme en un zombi, sino una observación rigurosa y un
diagnóstico acertado. Y no puede haber diagnóstico acertado mientras haya
psiquiatras, psicólogos y demás “expertos” que en realidad no saben cómo es
vivir con TDAH. Así que por lo menos, intento contribuir a que parientes y
amigos sí lo sepan, aunque sea por encima, y lo tengan en consideración.
Por eso escribo este blog. Porque me he dado cuenta de que
la única forma de dar a entender el Trastorno es vivirlo e intentar explicarlo…
todo lo mejor que el propio Trastorno me permita.
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