jueves, octubre 18, 2007

Voyage fantastique (Parte I)

alquimia de letras

ritalin.jpg

Siempre he pensado que los más inteligentes tienen cierta capacidad de desatención con respecto a lo cotidiano, las rutinas, la bulla de la calle, las conversaciones de ascensor, el tráfico, la gente caminando, las colas de los cines. Estas personas tienen además un don especial, otra capacidad innata asociada a la poca atención hacia detalles minusiosos -esos que tienen mucha relevancia para un profesor de primaria afanado en mostrar cómo se conjugan los verbos o para un padre enseñando a su hijo cómo construir un rompecabezas-: volar con la mente. Lamentablemente no todos somos tan normales, es por eso que los más inteligentes no entienden lo cotidiano como la mayoría y logran un nivel de enfoque diferente, alejándose de la “simple” realidad con pensamientos más estimulantes.

Cuatro de cada cien niños sufren de un desorden de desarrollo llamado Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) o ADD, por sus siglas en inglés. La explicación científica se asocia a una deficiente acción reguladora de ciertos neurotransmisores de carácter adrenérgico y a la serotonina, controlador de los impulsos. La explicación práctica tiene mucha relación con mi postulado sobre la gente más inteligente. De alguna manera, los niños con TDAH logran desarrollar niveles de creatividad superlativa que a mi entender resulta de su capacidad de desatención, para luego enfocarse en lo que realmente les interesa, en el campo mental donde se sienten más cómodos. Volando con libertad. Aún siendo ese campo la nada misma, es donde sus mentes pueden lograr en ellos un nivel de paz que el cerebro del común mortal no podría en situaciones normales.